El Córdoba despierta a la fiera del Atlético

El Córdoba despierta a la fiera del Atlético

A. D. JIMÉNEZ

A primera vista, el resultado final en el Vicente Calderón ante el Atlético, actual campeón de Liga, se podría catalogar como de muy decoroso. Porque, dentro de lo que cabe, el 4-2 no implica una goleada y hasta viste el hecho de que un conjunto tan sólido como el rojiblanco encaje dos goles. Por cierto, obra de un cada vez más entonado Nabil Ghilas. En sí, se podrían sacar conclusiones tan positivas como las que extrajo la mayor parte del cordobesismo (no todo) de la visita al Bernabéu en la primera jornada.

Pero si se hace honor a la verdad, hay algo que no termina de cuadrar en el Córdoba, más allá de si lo entrena Ferrer o Djukic. Porque el conjunto blanquiverde sigue ofreciendo debilidades, que en función del estado de su rival se pagan a un precio más o menos elevado. Es decir, que al Córdoba le sigue faltando mucho. Así se explican los cuatro goles del Atlético, en los que la desaplicación defensiva fue denominador común. Por lo tanto, no estaría de más que Djukic añadiera esa asignatura a la del trabajo y el rigor táctico para evitar ser un equipo «muerto», como dijo el propio serbio en la víspera de la contienda.

El caso es que ya se ha superado el cuarto de Liga y el Córdoba sigue sin ganar. Por suerte, aún sigue quedando crédito aunque el temido término «finales» está a la vuelta de la esquina y la primera de ellas puede ser el próximo viernes ante el Deportivo de la Coruña, que tampoco ha conseguido despegar en la Liga. Y ahí, tal vez, hay algo más que tres puntos en juego.

Sobre la derrota en el Calderón, que podría entrar dentro de una lógica en función a presupuestos y potenciales, también deja sus lecturas. Por lo pronto, que a Djukic le gustó la segunda parte del compromiso ante la Real Sociedad. Así se explica que saliera con dos delanteros, Xisco y Ghilas, aunque también modificó algo su retaguardia. Recalificó a Iago al lateral diestro y situó a Luso con Garai, una de las pruebas que aún faltaban por hacer en el centro del campo. Por su parte, Simeone salió con todo. Al fin y al cabo, el Atlético no deja de funcionar.

De salida, los dos equipos tuvieron opciones a balón parado. De hecho, Pantic cortó la respiración del Vicente Calderón a la salida de un córner, algo que sonó a raro atendiendo a que es una de las especialidades de los rojiblancos. Con todo, esa puesta en escena de los blanquiverdes duró poco.

Con el paso de los minutos, Djukic optó por ver a su equipo bien tapado y complicando al Atlético en sus operaciones ofensivas. Ese riguroso manual ofrecía alguna que otra salida a la contra. Así, el Córdoba consiguió trabar a los rojiblancos hasta el punto de que su lance más reseñable de los primeros compases de la primera mitad fue un disparo al larguero de Koke.

Y, aunque salía desde muy atrás, el Córdoba parecía sentirse cómodo esperando alguna estampida. Y la tuvo, pero Ghilas no estuvo certero ante Moyá. Tal vez, esa transición pudo variar un partido que una y otra vez encontraba juego por los laterales para Juanfran y Siqueira, obligando a Cartabia y Fidel a hacer muchos kilómetros a contracorriente.

Aun así, la resistencia blanquiverde parecía que iba a acabar en buen puerto camino del vestuario. Entonces, una falta lateral, una indecisión, la calidad de Griezmann y la suerte, porque el disparo del francés rebotó en Luso, propiciaron el 1-0 antes del descanso.

Curiosamente, el palo tuvo un efecto de acción y reacción momentánea. Cartabia rozó el empate al momento y nada más comenzar la segunda parte marcó Ghilas. De cabeza, de córner, de la medicina que suele recetar Simeone. Sin duda, una inyección para el Córdoba y su gente, que disparó sus pulsaciones al ver el gol del argelino.

El problema es que el Atlético se enfadó. Y muy de verdad. A los dos minutos ganaba de nuevo gracias a otro gol de Griezmann, que en esta ocasión utilizó la cabeza tras una jugada repleta de desajustes de la zaga. Nuevamente, el Córdoba y su versión débil.

Hubo cambios, pero el Atlético siguió a lo suyo e hizo el tercero y el cuarto, aprovechando las dudas de Juan Carlos. Entonces, el Calderón se acordó de Tebas y de los premios de la LFP. Tributó a los suyos, con el beneplácito de Simeone, y se durmió tanto que el Córdoba, que no se dejó llevar, hizo otro gol. Otro de Ghilas. No había tiempo para más, pero fue el regusto dulce de otro palo. Diez jornadas sin ganar. Aún queda crédito, pero las finales están a la vuelta de la esquina.

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