OPINIÓN

PERENNE

ANTONIO VARO

La piedra de San Lorenzo contempla los 71 años de sacristanía de Pepe Bojollo

HA visto pasar a los siete obispos que desde 1942 se han sentado en la silla de Osio, también —más de lejos— a los siete Papas que se han sentado en la de Pedro y, por supuesto, a los veintiún sacerdotes que pasaron por su parroquia. Ha visto nacer y morir parroquias como la de San Juan de Letrán (quienes nos bautizamos en ella estamos en vías de extinción). Ha preparado a algunas personas de su barrio el bautizo, la primera comunión, la boda y el funeral. Sobrevivió al vendaval iconoclasta del Vaticano II, que dejó una estruendosa secularización que fue todo un latigazo en el alma de los feligreses. Asistió a la desaparición de las sotanas y contempló el regreso de los alzacuellos. Preparó muchos martes y trece a la Virgen de los Remedios y en incontables ocasiones tiró de las viejas cuerdas para hacer sonar las campanas de la torre.

Aunque la Iglesia ha convertido las misas en eucaristías (ya sé que es igual, pero sé lo que me digo) y los velorios de cera en impersonales aparatos eléctricos, él sigue siendo el mismo: pasa sus días sentado en una banca de la iglesia o ante la mesa-catafalco sobre la que ha redactado tantas partidas de bautismo. Tiene siempre en su mirada la inocencia de un niño y, cuando alguien entra, con pocas palabras deja claro que conoce bien al visitante. Toda su vida se ha sentido mirado sin cesar por el ojo de Dios que se filtra lleno de colores a través del rosetón, y quizá por eso en su mirada aún quede algo de niñez.

Porque no es que San Lorenzo sea su casa, que también, sino que es ya casi una prótesis en piedra de su anatomía. Su vida y corazón están en su parroquia y en su barrio: dicen los que saben que nunca ha sido visto por Ciudad Jardín ni por Las Jaras, todo lo más por las Lonjas o la Fuensanta. Porque llegar a San Lorenzo y que él no esté es tan impensable como entrar en el Museo del Prado y ver que faltan Las Meninas. Supongo que habrán adivinado que estoy hablando de José Bojollo. Las nobles piedras de San Lorenzo contemplan sus 71 años de sacristanía. Es el último Gran Sacristán de Córdoba, y por ello propongo a Quien Corresponda que lo incluya de inmediato en el inventario del Patrimonio Eclesiástico merecedor de protección.

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