Cultura en Córdoba
San Jerónimo desentraña su misterio con visitas guiadas por estudiantes de Arte
Fue fundado en el siglo XV por el emérito portugués Fray Vasco, que trajo a España la primera orden Jerónima
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El Real Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso conforma una de las estampas más reconocibles del diálogo que la ciudad de Córdoba mantiene con Sierra Morena, a pesar de que, a lo largo de su historia, que se remonta a varios siglos, ha existido en torno a él un halo de misterio y desconocimiento.
Un misterio que, desde el pasado septiembre, lo es menos toda vez que este antiguo monasterio, fundado a principios del siglo XV y considerado la primera obra del gótico cordobés, ha sido abierto al público que podrá contemplar no sólo su espléndida conservación, sino gran parte de los tesoros que esconde dentro.
Las visitas son fruto de la iniciativa del Conjunto Arqueológico Medina Azahara, la Universidad de Córdoba, y Victoria Elena López de Carrizosa y Patiño, marquesa del Mérito, propietaria del inmueble, y están dirigidas por estudiantes de Historia del Arte, que ayudan a desentrañar este inmueble, fundado por el emérito portugués fray Vasco, que trajo a Córdoba la primera orden Jerónima de España.
El director de Medina Azahara, José Escudero, ha acompañado a Efe en una de estas visitas guiadas y ha explicado que la auténtica relación entre San Jerónimo y Medina Azahara estriba, según señala Escudero, en que para la construcción del monasterio se utilizaron materiales de las infraestructuras que habían permitido la existencia en Medina Azahara durante el siglo X.
Desamortización de Mendizábal
A mediados del siglo XIX, el monasterio contaba apenas con catorce o quince frailes antes de pasar a manos del Estado (desamortización de Mendizábal) que, ante la imposibilidad de instalar allí un hospital para dementes, lo vende a finales de ese siglo a manos privadas.
Todo ello desembocó en la venta, en 1911 de este inmueble al marqués del Mérito, que adquirió su propiedad e inició una restauración que culminó en 1912 y que hizo del monasterio una residencia privada.
El recinto, a primera vista, ya seduce con su gran fachada, plagada de balcones y ventanas y un medallón de mármol blanco con relieve de San Jerónimo, seguido del patio principal, preñado de columnas dóricas y bóvedas góticas, la iglesia, la sala capitular o las capillas claustrales, todos perfectamente conservados.
Su declaración como BIC obliga a que haya visitas
Tanto es así que este monumento fue declarado en 1980 Bien de Interés Cultural (BIC), lo que obligaba a la propiedad a establecer una serie de visitas abiertas al público, que, ya sea por impericia o bien por inaccesibilidad al entorno, han tardado demasiado en concretarse en un proyecto como el que ahora se está llevando a cabo.