Un equipo de manual

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ

Los hombres de «Cholo» Simeone llevan el concepto del colectivo a su máxima expresión y explotan la estrategia

Dentro de treinta años, los temarios de las escuelas de entrenadores reservarán un espacio de privilegio al Atlético de Madrid que conquistó la Liga en 2014 y, sin levantar la Champions, tocó la gloria en Europa. Los técnicos del futuro estudiarán a fondo al equipo de Diego Pablo Simeone. Porque este Atlético, el que jugará mañana frente al Córdoba, el actual, el del año pasado o el que ganó la UEFA en 2012, es el Atlético del «Cholo». Un equipo que representa como pocos la forma de entender el fútbol de su entrenador y que eleva el concepto de colectivo a su máxima expresión.

La solidaridad en el deporte también ha alcanzado una dimensión hasta ahora desconocida gracias al ejemplo colchonero. Los delanteros se fajan tanto en defensa como los zagueros, en ataque. El equilibrio es perfecto. El centro del campo funciona como una bisagra bien engrasada que permite que el bloque se mantenga siempre unido y en la zona del campo que más le convenga. Dicen las estadísticas que Miranda, con tres goles, es el circunstancial pichichi del cuadro rojiblanco este año; aunque probablemente en el vestuario del Atlético nadie preste especial atención a esa cifra. Todos sabrán, en cambio, que juntos han marcado 15 goles y que sólo han concedido siete.

Defensa

Los complementos perfectos también funcionan atrás. El mando de Godín encuentra sentido en el poderío físico de Miranda. Ambos forman un tándem infranqueable por alto y muy fiable una vez replegado, a la hora de taponar los ataques estáticos del adversario. La disciplina táctica juega un papel decisivo. Cualquier pareja de pivotes (Tiago, Mario Suárez, Gabi, Koke...) se multiplica para amortiguar las embestidas del rival. El objetivo: que la línea de cuatro que se sitúa por delante de Moyá sufra lo menos posible. Las obligaciones defensivas son constantes y afectan a todos, delanteros e interiores incluidos. Pero tampoco incumple nadie las ofensivas; especialmente, los laterales (Siqueira y Juanfran), que tienen capacidad y calidad para culminar muchas jugadas por banda con centros e incursiones en el área rival.

El estilo colchonero y su forma de defender no han dejado indiferente al mundo del fútbol. El Atlético de Madrid fue el equipo menos goleado la temporada pasada. Resulta obvio que la principal virtud del conjunto rojiblanco, la que ha servido de cimiento a los éxitos de los últimos años, ha sido la solidez. Una fórmula que parece básica: encajar poco y rentabilizar las dianas. Y, quizá por su teórica simpleza, una fórmula que ha dividido a los opinadores en «cholistas» y «anticholistas». Los primeros alaban el pundonor de once hombres dispuestos a todo con tal de que triunfe la idea de su líder. Los segundos cuestionan desde la carencia de estética en el planteamiento del entrenador argentino hasta la dureza que, según los estos detractores, emplean los Tiago, Miranda, Gabi y compañía.

Ataque

La briega de Mandzukic, como referencia en el área rival; la velocidad de Griezmann, como contrapunto. El arte de Arda Turan, en un costado de la zona de tres cuartos; la precisión y el carácter de Koke, en el otro. En el equipo de Simeone, la sinergia es fundamental. Distinciones individuales y premios de la Liga al margen, prácticamente los once futbolistas que salten al campo para enfrentarse al Córdoba se encuentran entre los 500 mejores del mundo por separado, pero se hacen mejores unos a otros para subir, en grupo, hasta el top que distingue a las verdaderas estrellas de los jugadores, sencillamente, muy buenos.

Balón parado

Los más críticos también restan mérito a los goles a balón parado. «Otra vez Miranda en el primer palo», protestan cada vez que el central brasileño sorprende y marca con la misma jugada de siempre. Aunque lo cierto es que, por conocida, la estrategia no deja de ser el arma más difícil de combatir del Atlético de Madrid. La pizarra de Simeone y las botas de Koke son una fuente de goles inagotable. De ella también beben con frecuencia Raúl García, Godín o Tiago.

Las faltas laterales y los saques de esquina se celebran casi como penaltis en la ardiente grada del Vicente Calderón, y no es para menos. El peligro es doble: por un lado, el que de por sí generan los centros al área; por otro, la dificultad añadida que supone para los rivales defender sin cometer falta en posiciones que suponen una verdadera amenaza. Parece un estadio inglés en estas acciones.

Un equipo de manual

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