VIDAS EJEMPLARES

SIN PIEDAD

LUIS VENTOSO

Mal futuro cuando el egoísmo radical pisotea las verdades del corazón

PUEDE que no sea una opinión popular, pero por hablar con franqueza vamos a exponerla: a pesar de sus muchas y evidentes virtudes, el Papa Francisco suscita dudas cuando enfatiza una y otra vez las peculiaridades de su propio perfil, pues se provoca el equívoco de que solo con él han llegado al pontificado la frugalidad y el énfasis en la caridad. No creo que el Papa polaco y el alemán fuesen menos ascéticos que él en su intimidad. Doctrinalmente, quien se moleste en leerlos hallará apelaciones constantes y rotundas en favor de la ayuda sin ambages a los desfavorecidos, como no podía ser de otra manera, pues en la caridad y la fraternidad radica la entraña del extraordinario mensaje de Jesucristo. Tampoco resultan muy sustentadas las posiciones económicas de Bergoglio, sobre todo su condena sin matices de la globalización. El comercio abierto y liberal ha hecho más por aliviar al Tercer Mundo que muchos ejercicios puntuales de filantropía, sin duda imprescindibles. Pero, a pesar de esas dudas, Jorge Bergoglio nos ganó para siempre cuando en julio del año pasado eligió la abrumada isla de Lampedusa como destino de su primer viaje. Allí, a la sombra de la más pobre y cristiana de las cruces, hecha de madera de patera, lanzó un valiosísimo alegato contra la dureza de corazón de Occidente (lo nuestro sigue siendo Jauja si se mira a la otra orilla).

El programa europeo «Mare Nostrum», pilotado por Italia, ha salvado en un año a 150.000 personas en el canal de Sicilia. Aun así, se cree que 3.000 se han ahogado, incluidos muchos bebés y mujeres. Este mes se cumple un año de un naufragio en el que murieron 300 personas, una tragedia que llevó a Francisco a clamar contra «esa vergüenza». Su queja perforó la costra de indiferencia que nos deshumaniza.

En mayo habrá elecciones en el Reino Unido. Si aquí sufrimos el populismo de Podemos, un engendro televisivo alzaprimado por los canales de Berlusconi y Lara, allí tienen a UKIP, el partido eurófobo, que culpa de todo a los inmigrantes y a Bruselas. Su líder, el inteligente y simpatiquísimo borrachín Nigel Farage, amenaza la mayoría conservadora. Así que Cameron se ha lanzado al teatrillo antieuropeo y un poco xenófobo. En ese juego, el Gobierno del Reino Unido acaba de anunciar que no pondrá una libra más para el programa de rescate de inmigrantes en el Mediterráneo. Los británicos pretextan que solo incrementa el efecto llamada y que da alas a las mafias.

Un pragmatismo tan desalmado es impropio de un país pionero de la democracia y que salvó la libertad de todos plantándose frente a los nazis sin mirar la calculadora. Nada hay de ejemplar en este alarde del egoísmo radical. ¿Se pueden invocar futuribles cuando tienes a una persona ahogándose delante de tus narices? ¿Qué rencores y venganzas suscitará en la parte postrada del mundo esa repulsiva anestesia tecnocrática de la compasión? ¿Qué valores tiene una Europa que mantiene una flota de guerra para pescar atunes y racanea para salvar miles de vidas humanas? O más fácil: ¿aplicaría Cameron esa asepsia de acero inoxidable si en la patera viajasen sus hijos? Es cierto: una vergüenza.

SIN PIEDAD

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación