CRÓNICAS DE PEGOLAND

POR ENCIMA DE TODOS

RAFAEL RUIZ

La Mezquita-Catedral de Córdoba está por encima de quienes se sacan los ojos en su nombre

DURANTE estos días, se celebra el trigésimo aniversario de la designación de la Mezquita-Catedral (o Mezquita o Catedral, allá pleitos) como Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. Y lo hace en medio de un clima que el monumento no merece. Las posturas se han radicalizado tanto, los debates se han convertido en tan inviables, que lo de menos parece ser un edificio glorioso y lo de más, los postureos que sobre ella se tienen. La Unesco tenía que enseñarnos la tarjeta roja por cabezones, por estúpidos, por querer utilizar su nombre como arma arrojadiza.

Lo que importa dejó hace tiempo de ser el cuidado, el estudio, el disfrute. Y ha sido sustituido por el dogma, las suspicacias, los ejércitos alineados. A un lado y a otro. Los que se quejaban de que por narices había que tragar, ahora hacen tragar por narices. Y el que se sale de la fila es un adoracuras o un comeprogres. Lo relevante dejó de ser la historia y los datos para pasar a ser la parte de la historia que conviene a un mensaje concreto. Aunque por el camino, se vayan dejando jirones de sentido común.

El clericalismo y el anticlericalismo se encuentran de fondo, como todo lo que acontece en este país desde hace siglos, acostumbrado a correr delante o detrás de un sacerdote según vengan dadas, siempre blandiendo un garrote. Y, como es natural, un dedo apunta a la Luna y solamente cabe mirar al dedo. Oh, los nuevos liderazgos dos punto cero. Tan prelaturas infalibles a su modo, civil. Tan capaces de emular los comportamientos intransigentes que critican.

En medio, está la pobre Mezquita o Catedral de Córdoba, convertida en ese niño que se disputaban dos mujeres ante el rey Salomón. Ya se sabe cuál fue la solución del monarca. Sacar la espada y cortar de un tajo al infante. Entregar al inocente a la única madre que fue capaz de mostrar renuncia para preservar la vida del chaval. La que dio el paso atrás era la que demostró el verdadero amor.

No, no creo que haya nada que celebrar. Porque llevar razón siempre y en todo momento es mala cosa y aquí la situación cerril se ha impuesto a golpe de corneta. No nos merecen los artesanos que hicieron una maravilla, los que dedicaron sus mejores años preservar, con aciertos y errores, lo que a su vez se les legó. Ni nos merecen quienes la visitan con los ojos limpios de la novedad, la arquitectura y los silencios. Los que no han olvidado que la historia es una sucesión de acontecimientos que es preciso leer en su integridad y a quienes les da igual lo que piense tanto oportunista.

¿Mezquita-Catedral de Córdoba, Patrimonio de la Humanidad? Sí, a pesar nuestra. En toda su grandeza y su magnificencia. Con ese ambiente fresco, sobrecogedor. Espiritual para quien tenga la gracia de la fe y ciertamente trascendente para quien no la haya encontrado. El de la belleza de lo hecho por el hombre, como una mañana fresca en el patio de los naranjos, escuchando el rumor del agua.

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