El escritor que tuvo paz entre lápidas
José Belenguer, guarda del cementerio de Puente Genil, ha ganado un premio literario a sus 68 años con una vida llena de aventuras en sus viajes
Es un hombre de carácter afable, irónico y tremendamente entretenido. José Belenguer, en su vida casi sepulcral profesional, por su trabajo de guarda del cementerio de Puente Genil, ha gestado en tan sólo tres meses una recién laureada novela. Se titula «El don de la bilocación» y ha sido galardonada con el Premio Tristana de Novela Fantástica que concede el Ayuntamiento de Santander.
Desde niño, ya era un devorador de libros. «Me interesaba mucho la literatura y las aventuras y comencé a llevar una vida aventurera que me llevó por América», dice. De tanto leer llegó al relato de humor que le inspiró la novela de un escritor francés «El hombre que atravesaba las paredes». Y se le ocurrió engendrar la trama de «El niño que se multiplicaba». Si bien es cierto que la historia del pequeño Nicolás ha coincidido con el premio a esta novela, su autor asegura que «no hay ninguna semejanza», y la coincidencia temporal es eso, «casualidad». «Mi personaje no se relaciona con los altos mandos, ni con las FAES», sonríe. Y tampoco Fernandito es un impostor o así lo resalta.
Es la segunda vez que consigue un premio. La primera fue de una obra de teatro. «Leí en ABC que había un concurso, me presenté y lo gané», pero al no representarse su guión, se desilusionó y decidió no volver a concurrir a un concurso literario hasta ahora.
Contento en su casa
El Tristana tiene una dotación 4.000 euros y, lo que es lo más importante para Berenguer, se publica la novela. Estará en abril. La historia del autor es de por sí novelesca, ya que habita en la vivienda situada en el cementerio municipal, donde vive solo desde hace algo más de quince años.
Frente a lo que cualquier otro ciudadano pensaría, le pasa al contrario. «Me daría grima vivir en plena Matallana (en el centro de Puente Genil). Yo soy feliz aquí tranquilo». dice. No en vano, «no hay discusiones ni enfados ni reproches, nadie se mete conmigo ni yo con nadie». A sus 68 años y después de una vida plena de viajes y experiencias «no busca la felicidad, sino la serenidad» que ha encontrado en el camposanto pontanés. Este hombre que se reconoce como «nada sociable», tiene claro que la literatura de debe ser «amena y ha de entretener».