«Dónde se coloca un cuadro es tan importante como el propio cuadro»José María BáezPintor
El artista abre en la Facultad de Letras una intervención con cuadros de varias épocas que «completan» la escalera barroca

—¿Cuál es el hilo conductor de «Todo es representación»?
—Cuando trabajaba con textos, me obligaban a tener que partir de un argumento. Cuando hago una exposición conozco antes el sitio: la disposición, el ámbito, la forma en que se articulan las piezas en el espacio es fundamental. No sólo en mis exposiciones, también en Vimcorsa. Dónde se coloca un cuadro es tan importante como el propio cuadro. Las propias piezas me obligaban a tener un argumento, un discurso. A mí el texto me oligaba a tener un «leit motiv». A lo largo del tiempo se hacen exposiciones, unas piezas se venden y otras no, y te las devuelven. Normalmente son las más grandes, que las tienes que hacer porque tienes que asumir riesgos, aunque sabes que luego una pieza de dos metros y medio volverá a tu estudio. Con esas piezas he jugado.
—Y los llevó a la Facultad de Letras.
—La facultad es un edificio muy interesante, muy sugerente, pero tenía muchas servidumbres y está en uso. No te puedes plantear una exposición convencional en un sitio que no es una sala convencional. En una sala no hay interferencias, pero en la facultad hay montones de cosas. ¿Qué había que hacer? Había que darle la vuelta a la situación: elegir un sitio concreto que no esté tocado, que no moleste al uso y que no tenga esas servidumbres. Por eso lo llamamos una intervención.
—¿Por eso se escogió la escalera barroca?
—La escalera es un proyecto incompleto, porque tiene el retrato del cardenal Salazar, pero queda un poco vacía. Las piezas están a diez y ocho metros, y eso significa que en este caso las piezas se articulan por sus dimensiones, no por su idoneidad literaria, por su estilo o por su cronología. Están mezcladas en el tiempo: hay tiras de 1992 encima de otras de 1986.
—¿Un criterio decorativo, entonces?
—Ornamental, sí, o de intervención, porque las obras no reclaman la atención de estrellato que se exige en una galería. En la galería, se está en un escenario único, y aquí todo está en un escenario donde no es tan importante. Lo relevante es el juego que se establece con el espacio. Es un ornamento, pero sobre todo es un complemento. Y rompe el ego de la obra que pide que no ha nada que haga sombra.
—Sin embargo, cuando alumnos y profesores pasen por allí, sí sentirán que las obras son protagonistas.
—Sí, de hecho ahora es cuando la escalera se entiende perfectamente. Esto no lo digo para ponerme medallas, sino porque ahora se ve que la escalera está «vestida». Era un espacio fantástico por su estructura artística pero necesitaba algo, y se ve el juego del retrato del cardenal completado. Se ha hecho un retablo en torno a toda la escalera, y tiene un poder visual considerable.
—¿Qué papel han tenido los alumnos en la realización de la exposición?
—Lo más grato ha sido hacer participe al alumnado. No solamente han hecho los diseños y han colaborado con la redacción de las notas, es que han participado directamente en las labores de montaje. Tuve una operación este verano y no me he terminado de recuperar, y no podía asumir mover cuadros muy grandes, muchos con cristal, que pesan mucho. Tienen que desarrollar proyectos y su profesor se lo explica, pero una cosa es esa y otra cosa es que te mojes y sepas cómo se tiene que mover en el cuadro.
—Un aprendizaje práctico.
—Lo importante de la exposición es que todo está hecho con los recursos de la facultad: el diseño del cartel —bajo mi dirección— lo ha hecho una alumna. El catálogo, la nota, todo lo han hecho ellos. Incluso la edición del material se ha hecho en la copistería de la facultad. Tiene muy buena calidad, pero no es una imprenta, y no hemos querido engañar a nadie. El catálogo juega con la pobreza de los medios con los que se ha dispuesto. Era más sugerente, al hacer una clase práctica, que fuera una cosa nueva, no una exposición convencional.