EL TACÓN DE SÓCRATES

El descubrimiento

POR PACO MERINO

Ha tenido que llegar un señor de Serbia para espantar, a escobazos de realidad, los fantasmas de la ensoñación colectiva que supuso el ascenso a Primera División del Córdoba. Lo inesperado del éxito y el largo tiempo de abstinencia de episodios de esta índole —ya saben: más de cuatro décadas sin tocar la máxima categoría nacional— provocaron una sobredosis de alegría cuyos rescoldos han permitido resistir, sin grandes desórdenes sociales, la primera gran crisis del curso. En la jornada ocho, el club despidió al entrenador después de engarzar otras tantas jornadas sin lograr la victoria. Ni contra los equipos de «su Liga» ni contra los de «la Liga de otros». La primera transición ya está en marcha. Pronto llegará el mercado de invierno con su terremoto correspondiente, pero eso es otra historia. Se entiende que Pedro Cordero y Cándido Cardoso ya manejan una lista de posibles incorporaciones y gestionan los billetes de retorno para algún cedido que salió pufo. El secretario técnico y el asesor presidencial se han mantenido en un discreto segundo plano, sin recibir las andanadas de la crítica más feroz —la del aficionado de trinchera— porque, simplemente, son grandes desconocidos para el gran público. Qué tiempos aquellos en los que los directores deportivos —¿se acuerdan de Emilio Vega o de Javier Zubillaga?— eran un escudo humano perfecto.

El asunto es que el Córdoba y su entorno ya tienen muy claro cuál es su papel en este circo de la Liga BBVA. Si usted es de paladar fino y no aprecia los matices del fútbol de menú del día que aguarda en El Arcángel —como en la mayoría de los escenarios de equipos de la clase media venida a menos—, abónese a un canal de pago para babear con la BBC y/o la MSN. Aquí, quien más y quien menos andaba flipando con una plantilla llena de «jugones» y un entrenador que bebió de las fuentes del «Dream Team» de Cruyff y que, ya fuera por convicción, estrategia de marketing o locura transitoria, dijo una vez que pretendía que el Córdoba jugara «a otra cosa». Un equipo de autor, con estilo y valentía, con plantilla «low cost» y repleta de futbolistas prestados. Como hicieron en su día Luis Enrique en el Celta, Paco Jémez en el Rayo o Pepe Mel en el Betis. Pero a veces uno se ve imposibilitado para hacer lo que quiere y debe hacer lo que puede.

«Éste es el camino», dejó caer Miroslav Djukic. Y lo dijo después de que el Córdoba sumara su novena jornada sin ganar, tras empatar en casa ante la Real Sociedad gracias a un gol en los últimos minutos y tras empujar el balón con la mano firmado por Xisco, un tipo cuya popularidad ha caído al subsuelo tras más de medio año sin hacer ninguno con la blanquiverde. El camino es el del sufrimiento, el de la búsqueda de los puntos a costa de sacrificar la estética o, si se quiere ver así, glorificar lo rentable. El cordobesismo ya tiene claro quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Djukic, que sólo lleva unos días por aquí, ha venido a recordar las claves del curso 14-15. Quizá de forma innecesaria para algunos, puede ser. Pero la reflexión pública del entrenador serbio ha venido muy bien para poner los contadores de las expectativas a cero y fijar dónde está realmente el desafío del Córdoba. El próximo sábado le toca ir al Calderón, la guarida del vigente campeón de Liga y subcampeón de Europa. Si es de su liga o de la otra, qué más da. Son puntos y hay hambre atrasada.

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