SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA DILMA ROUSSEFF
Dilma Rousseff ha logrado una apurada victoria en las elecciones presidenciales más disputadas de la historia democrática de Brasil. Su triunfo debe atribuirse, sin duda, al acierto en la campaña de la segunda vuelta, en la que ha logrado superar los malos augurios y sobreponerse a la ventaja teórica de su contrincante, Aécio Neves. Después de una legislatura tan compleja, este segundo mandato para Dilma –en el que estará libre tanto del peso de la herencia de su predecesor como de la preocupación por la reelección– será probablemente más complicado que su primer periodo.
En efecto, con una economía en horas bajas, con la amenaza de la inflación y la pérdida de fuelle de las exportaciones, su margen de maniobra va a ser más estrecho para centrarse en el que debería ser su principal objetivo: mantener la unidad de la sociedad brasileña y restañar las heridas que ha dejado esta dura campaña electoral. Después del gran esfuerzo de redistribución de la riqueza que ha tenido lugar en las últimas décadas, el principal desafío que tiene ante sí este gran país es dar el salto que los brasileños esperan hacia una sociedad más abierta y transparente.
Los jóvenes y las clases medias urbanas han mostrado en esta última legislatura sus ansias por ganar espacio en la sociedad y, al mismo tiempo, su capacidad para llevar a cabo sus demandas. Rousseff debe liberalizar la economía para aprovechar ese ímpetu social y favorecer las inversiones y los intercambios con el exterior. Del resultado de las elecciones se deduce que a la presidenta no se le ha dado carta blanca para reforzar la política que ha llevado a cabo en los últimos cuatro años. Más bien al contrario, se puede decir que un Brasil dividido ha preferido concederle una segunda oportunidad.