El Cabildo abre la torre de la Catedral para los visitantes el próximo martes

El antiguo alminar y observatorio privilegiado de la ciudad, cerrado desde 1990, ha precisado de unas pequeñas intervenciones técnicas

El Cabildo abre la torre de la Catedral para los visitantes el próximo martes

R. A.

Llegó el momento. El Cabildo Catedralicio tiene previsto abrir la torre del campanario a los visitantes el próximo martes tras permanecer cerrada desde 1990. La institución que dirige la Mezquita-Cateral desarrollará desde la próxima semana un nuevo atractivo turístico para la ciudad mediante un proyecto de los arquitectos conservadores de esta joya arquitectónica. El Cabildo ha trabajado durante lo que va de año para que el campanario, de 54 metros de altura e inmueble más alto construido en la ciudad, pueda ser visitable, al menos, durante las tardes. Esta novedad en la oferta del principal monumento de la ciudad se produce cuando se cumplen 30 años de su designación como Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco.

Para que los cordobeses y los visitantes puedan disfrutar de las excelentes vistas que ofrecerá el campanario se han realizado unas pequeñas intervenciones técnicas. En el ánimo del Cabildo Catedralicio está también colaborar a que se alargue la estancia de los turistas.

La torre de la Catedral es un antiguo alminar árabe, posteriormente reconvertido en campanario tras diversas obras de reforma. El equipo de arquitectos de la Catedral, formado por Gabriel Ruiz, Sebastián Herrero y Gabriel Rebollo, coincide a la hora de calificar a la torre como una especie de «muñeca rusa» en la que, a medida que uno se adentra, va descubriendo nuevos tesoros. Rebollo explicó que la torre tiene una arquitectura llena de belleza, fruto de la transformación, lo que hace que constituya un «documento histórico interesantísimo», tal y como señalaron en una entrevista concedida a Efe el pasado enero, cuando el Cabildo anunció su intención de abrirla al público.

Del siglo X

El alminar originario fue construido en el siglo X, en época de Abderramán III, y de forma contemporánea a Medina Azahara, de tal modo que fue una de las pocas obras que hizo el califa en la Mezquita. Se trata, según indican los arquitectos, de un alminar con una importancia de relieve, no sólo por la influencia en actuaciones similares, sino también por su peso en la arquitectura cristiana y románica en toda España.

Después, tras la conquista cristiana, dicho alminar fue convertido en un campanario, para lo cual se elimina el cuarto desde donde el almuédano llamaba al rezo cinco veces al día, y se sustituye por las campanas. En el siglo XVI, Hernán Ruiz III, el hijo del autor de la Giralda, hace una operación paralela a la realizada en Sevilla y monta un cuerpo de campanas sobre el alminar, y dos siglos después, coincidiendo con el terremoto de Lisboa y cuando la torre empieza a estar muy deteriorada, se forra el alminar y se maciza la fachada.

Según Rebollo, esta operación provocó «un efecto extraño», porque, vista desde fuera, la torre de la Mezquita es un edificio en el que la parte de arriba es más antigua que la parte de abajo, a pesar de que la cúspide es unos 150 años más joven. En ese estado permaneció la torre hasta principios de los noventa, cuando se tomó la decisión de restaurarla. «Tiene un doble interés porque en sí misma es muy valiosa, pero también porque es un observatorio y un mirador sobre la propia Mezquita-Catedral y sobre toda la ciudad, los dos patrimonios de la humanidad que hay en Córdoba», apostilla el arquitecto.

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