Misionero espiritano Kingseley Eke

«Vamos allí donde nadie quiere ir»

Viene del continente olvidado. De la cuna del ébola, la malaria y el hambre. Y mientras miles de misioneros de Europa cruzan el Estrecho en dirección a África, este sacerdote nigeriano hace el camino contrario

«Vamos allí donde nadie quiere ir» FOTOS: RAFAEL CARMONA

ARIS MORENO

EN agosto regresó de Nigeria. Justo cuando el ébola se propagaba por el África subsahariana con la velocidad del relámpago. Siete compatriotas suyos fallecieron víctimas de una epidemia que en diciembre puede alcanzar ya a diez mil contagios nuevos cada semana, según las previsiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el avión camino de España la tripulación distribuyó instrucciones precisas con los síntomas inequívocos de la enfermedad: fiebre, dolor de cabeza, debilidad orgánica y vómitos. Kingseley Eke es misionero espiritano y, mientras miles de cooperantes cruzan el Mediterráneo en dirección al continente olvidado, él ha hecho justo el camino inverso.

—¿Qué hace un misionero africano en Europa?

—Cuando llegué a España una mujer me preguntó: «¿Qué hace usted aquí? ¿Viene a evangelizar?» No. Vengo a reevangelizar. La fe en Europa ha bajado mucho. Por eso nos necesitan. En Nigeria trabajaba en una Iglesia donde teníamos siete misas cada domingo. Y cada misa estaba llena de gente.

Cuando Eke era un niño, en su pueblo no había luz ni agua corriente. Y la vida era extremadamente dura. En eso, el mundo rural de Nigeria no se diferencia de otras muchas latitudes del continente africano. Quiso ser cura desde muy pequeño, en contra, incluso, de la voluntad de su padre. Ingresó en los espiritanos, estudió Filosofía y Teología y uno de los primeros destinos como sacerdote fue un pueblo perdido de la mano de Dios. Tan perdido que la gente bebía agua del río sin depurar ni garantías de potabilidad. «Es nuestra misión», dice. «Vivimos como la gente vive y comemos como la gente come».

En 2012 aterrizó en Madrid. Y desde enero de 2013 vive en la comunidad de los espiritanos de la calle Don Rodrigo. «Mi estancia aquí ha sido buena. Me encanta Córdoba. Es una ciudad muy bonita, con muchos monumentos como, por ejemplo, la Catedral, que la gente llama Mezquita. Me gusta su manera de vivir. Es una ciudad con muchas fiestas. Con mucha alegría. Por ejemplo: hay mucho paro pero ves a la gente contenta». Trabaja en la parroquia de San Acisclo de Valdeolleros, con el sacerdote Paco Aguilera, y se identifica plenamente con su labor pastoral. En verano viajó a su país y a la vuelta embarcó en Lagos, la ciudad que registró todos los casos de ébola detectados. «Todo el mundo tenía miedo porque es un virus muy peligroso, aunque la vida allí era absolutamente normal».

—Acabamos de leer en la prensa: «Nigeria es ya un país libre de ébola». ¿Sí se puede?

—Ahora el ébola está controlado en Nigeria, pero no sabemos qué va a pasar en el futuro.

—Según los expertos, en diciembre puede haber 10.000 personas contagiadas cada semana en África.

—Es una estimación. Puede ser o puede no ser. Hay muchos nigerianos voluntarios que están dispuestos a ayudar en Liberia, Sierra Leona o Guinea. Si luchamos como una familia África, EEUU y Europa no creo que vayamos a alcanzar ese número.

—En España ha habido un solo caso y una enorme alerta nacional. ¿Ataque de pánico?

—La exageración no ha sido solo aquí. En Nigeria las noticias eran muy alarmantes. Cuando fui a Lagos la gente me advertía que no fuera, pero luego todo era allí normal.

—¿África es la conciencia del planeta?

—Es el tercer mundo. Significa un mundo que no se ha desarrollado todavía, donde hay muchos pobres, gente que sufre, faltan hospitales, faltan medicinas y hay muchos pueblos donde no hay ni siquiera luz.

—¿Y el mundo hace todo lo que puede?

—Cada país tiene su manera de ayudar. España tiene su propio proyecto para enviar dinero a África.

—¿Ayudamos lo suficiente?

—Alguien que tiene sed y necesita beber agua, un vaso es mejor que nada.

—¿Qué descubrió en Europa?

—Son mundos diferentes. Aquí hay mucho individualismo. Al contrario que en mi país. En los pueblos allí se vive como en una familia. Puedes entrar en una casa sin avisar y la gente se ayuda. Para mí, Europa es un desafío.

—¿Por qué?

—Al principio, fue muy fuerte para mí. Me encantan las calles, las carreteras son muy buenas, todo está limpio y la gente tiene buen corazón. Vas a un bar para beber una cerveza y te dan la botella sin chapa. En África no. Tienen miedo de que echen algo dentro y te dan la cerveza cerrada. Aquí hay seguridad y allí te pueden sacar una pistola.

—Monseñor Aguirre, obispo cordobés de Bangassou, declaró: «Fuera de los pobres estás fuera del Evangelio». ¿Usted qué dice?

—Me encanta la frase. Jesús vino para los pobres. Si dejamos los pobres fuera, el Evangelio no tiene sentido. Por eso, mucha gente está de acuerdo con el Papa Francisco. Abrió los ojos de las personas.

—O sea: Jesucristo está más cerca de África que de Europa.

—(Risas) Yo no puedo decir eso. Los pobres y los ricos no solo significan cosas materiales. En la Biblia, Jesús dice: «Dichosos los pobres de corazón». Ricos pero pobres de corazón. Jesús vino para todos.

—Los espiritanos tienen 3.000 misioneros en 58 países, la mitad en África. ¿Qué queda por hacer?

—La mitad de los misioneros africanos están en Nigeria. Son profesores, curas, trabajan en las universidades, en las parroquias, predican el Evangelio, celebran misas, entierran a los muertos.

—Y en África hay más fe.

—Creo que hay más fe en este momento, en el sentido de participación en la Iglesia. En África somos pobres y necesitamos más a Jesucristo, quizás.

—¿Los ricos no necesitan a Jesucristo?

—No lo sé (risas). Somos africanos y necesitamos a Jesús porque tenemos hambre.

—Hemos leído también en la web de los espiritanos: «Vamos allí donde nadie quiere ir».

—Es nuestro lema. Hay parroquias en los pueblos en mi país donde los curas diocesanos no quieren ir. Cuesta mucho sacrificio. Yo trabajaba en un pueblo donde la gente comía muy mal y bebía agua del río. Agua sucia. Yo cogí una infección en la piel y tuve que ir al médico. Es nuestra misión. Ir donde nadie quiere ir. Vivir como la gente vive. Comer como la gente come.

—¿Compasión o justicia?

—Las dos cosas. Tenemos compasión de la gente y ahí buscamos la justicia.

—¿Y África tiene futuro?

—No soy optimista. Podemos resolver sus problemas cuando resolvamos la corrupción. Nigeria tiene petróleo. El dinero del petróleo puede resolver el problema de mucha gente, pero con la corrupción y el egoísmo es difícil.

—En la web también se lee: «Nuestra forma de combatir a Boko Haram es profundizar en el diálogo entre cristianos y musulmanes».

—¿Cómo vamos a dialogar con los terroristas? No tienen respeto por la vida. Con los musulmanes no hay problemas. Es un asunto político. Hay gente que dice que la única solución es partir Nigeria, al norte los musulmanes y al sur los cristianos.

—¿Qué hacer con la valla de Melilla?

—Los africanos pensamos que aquí en Europa hay de todo: dinero, coches, casas. Por eso quieren venir. Cuando volví de vacaciones me decían: «Ha venido de Europa y trae mucho dinero. Cómprame un ordenador. Cómprame un móvil». Pero yo no tengo nada. Si vienen de forma ilegal no estoy de acuerdo.

—¿Tiene recetas contra el hambre?

—Estamos luchando cada día. Esto no cambia en una semana. Hace falta tiempo.

«Vamos allí donde nadie quiere ir»

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