PRETÉRITO IMPERFECTO

Una gesta invisible

Las cuentas de un Ayuntamiento no dan votos, pero que en lugar de ser un problema sean un apoyo, sí los proporciona

FRANCISCO J. y POYATO

EN el folclore político, luce más el tronío o el compás de la tabla y las palmas que la manera de cuajar la sisa y los volantes en el cuerpo flamenco. En román paladino, vende más el exorno que la compostura del jarrón. En cristiano, siete parques, dos centros de convenciones, veinte fuentes y cuarenta calles y farolas niqueladas dejarán más votos en la alforja de un alcalde que todas las cuentas de un ayuntamiento puestas en orden y saneadas hasta el último céntimo. Ilógico, pero real como la vida misma. En los próximos días, el Ayuntamiento de Córdoba dirá adiós al plan de ajuste que aprobó en marzo de 2012 para poder, entre otras cosas, seguir levantando la persiana y pagar 26 millones de euros que se le debían a innumerables empresas proveedoras con decenas y decenas de trabajadores detrás. Con el beneplácito del Ministerio del insaciable Cristóbal Montoro, la ciudad se despedirá de la motosierra ocho años antes de lo previsto gracias a dos años y medio intensos donde las arcas municipales se han regido por el bisturí, el rigor, la seriedad y en ciertas dosis el posibilismo para no romper la cuerda con el pálpito de la calle o espantar el susto a la algarada gratuita que aguardaba en la madriguera.

La maquinaria municipal, para la que pagamos impuestos y tasas todos los años, se había convertido en un engendro atrófico al borde de la asfixia propia dada su obesidad y voracidad mórbidas. Lo que los tecnócratas llaman el colapso. Por mucho y mucho que la izquierda despilfarró y derrochó en una década de bonanza, vino y rosas..., jamás logró sacar a Córdoba del fondo del pozo. Ni con un Plan General de Ordenación Urbana recién horneado, ni con la burbuja inmobiliaria y sus compadres, ni con los créditos por castigo... Con el cinismo más absoluto que ahora cuestiona la política fiscal seguida por el PP en Capitulares, subía y subía tasas e impuestos con la complicidad del incauto contribuyente que en pleno paraíso no repara en gastos ni recibos. Con un nivel de endeudamiento en el filo constante de la navaja. Con más chiringuitos para repartir la sopa boba de las colocaciones y dejar que entrara el cazo de los que ahora braman sabedores de que la fiesta terminó hace mucho. De los que han vivido del cuento. Los mismos que, en el presente, acongojados con lo que Sandokán pueda rebañar de nuevo y les birle la mancha extensiva y escurridiza de Podemos, inventan conspiraciones y vociferan en la jauría de las redes sociales, son los que usaron la multa más grande jamás cobrada (Colecor) para maquillar los agujeros negros de la caja de Capitulares.

Se han bajado sueldos, en algunos casos, vergonzantes dado el rendimiento, se han estabilizado las grandes empresas municipales de los autobuses y la limpieza (1.200 empleados), sin despidos y con capital público en su totalidad. Se ha revisado todo gasto corriente, desde la fotocopiadora, a la llave de la luz o el teléfono. Han sido programados los mismos o más eventos por menos coste y, por qué no, se ha logrado activar de manera eficaz servicios casi inéditos generando empleo privado. Y lo más crucial, en la coyuntura económica que vivimos, la bola de nieve arrolladora en la que viajaba la salud de este Ayuntamiento, nos hubiera dilapidado a todos. De ser «el problema», el Ayuntamiento se ha convertido más bien en un medio útil para buscar soluciones. Que no es poco. Y eso está en las tablas y los números que nadie quiere o puede leerse, pero que son el «evangelio» de este tinglado. Una gesta invisible, pero imprescindible para que todo alcalde que pueda, corte cintas, descorra cortinas, ponga primeras piedras o intente gestionar con mayor o menor acierto.

Una gesta invisible

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