PERDONEN LAS MOLESTIAS
LA JUNGLA URBANA
La concejalía del ramo se ha puesto manos a la obra para ordenar los veladores. El primer día diez denuncias. Y en la misma calle. O sea
LOS agentes municipales no salieron de la Avenida Barcelona el primer día en que la concejalía correspondiente decidió poner orden en el desorden de los veladores. Es lo que ocurre cuando abandonas el jardín y al cabo de los años te encuentras una jungla ingobernable. ¿Por dónde empiezas a desbrozar? Los policías locales se encontraron con un panorama similar el pasado fin de semana. Comenzaron por la Avenida Barcelona y había tanta hojarasca, tanto ramaje levantisco, tanto velador fuera de control que echaron toda la jornada en una sola calle.
El parte de actuación informó de que se habían registrado diez denuncias. Y las infracciones basculaban desde la falta de licencia para colocar el velador, la ausencia del plano preceptivo que reflejara el área ocupada por las mesas o la existencia de toldos sin autorización. Como ven, Córdoba en estado puro. Desde el punto de vista estadístico, el dato numérico es demoledor. Si en una sola calle se detectan diez denuncias, hagan la cuenta y tómense un caldito caliente.
En términos científicos, lo que los agentes del ramo tomaron el pasado fin de semana fue una muestra sobre el terreno. Con resultados elocuentes. Podemos deducir, por tanto, que la jungla del velador ha crecido exponencialmente en la ciudad de Córdoba. De tal forma que entres por donde entres al jardín tienes que tirar de podadora, cuando no directamente de sierra eléctrica. Nos recuerda el caso al fenómeno de las parcelaciones ilegales, ese tumor urbano que se ha dejado crecer tanto que hoy día ya no hay forma de domesticarlo.
Los agentes locales se han metido en la selva del velador mandatados por sus superiores, que a su vez han actuado presionados por un rumor creciente de ciudadanos que para caminar por la ciudad debían abrirse paso con catana. Pongamos por caso la Calle de la Plata. O la prolongación de la Plaza del Potro. ¿Alguien ha conseguido atravesarlas sin rasguño alguno? Que levante la mano.
De motu proprio, el concejal de turno no se hubiera metido en este berenjenal. Ni se le ocurre. Entre otras cosas, porque hubiera tenido que aplicar la normativa que él mismo ha contribuido a impulsar. Y eso, a veces, es un dolor de muelas. Para tapar este sinsentido, este incumplimiento pertinaz de las leyes, los legisladores acaban despeñándose por el absurdo de promulgar nuevas normas que, a su vez, se infringirán con la naturalidad con que un paisano se sopla un vermú en la puerta de un bar.
Córdoba, a la postre, es una hermosa ciudad que se divide en dos. Los que nos sentamos en los veladores para vivir la vida birlonga y los que tenemos que salir con catana para abrirnos paso entre los veladores. Cualquier psicoterapeuta advertirá que tenemos el cerebro escindido entre el ciudadano de orden y el ciudadano de desorden que habita en nosotros. Y es verdad. Somos mitad transgresores y la otra mitad guardas urbanos. Así, sin anestesia ni paños calientes.
Un concejal del ramo sagaz se propondría desbrozar los veladores indómitos para que pudiéramos disfrutar del jardín en todo su esplendor. Una medida a caballo entre el viva la Pepa y el vivan las cadenas. Pero, oiga: esto es el Mediterráneo. Y aquí no sacamos las tijeras de jardinero hasta que la jungla no se ha apoderado de todo el ecosistema y si te he visto no me acuerdo. Valga el ejemplo de la Avenida Barcelona. Una calle, diez denuncias. ¿Hace falta algún dato más?