ROMERO Y LA SANIDAD VENCEN AL ÉBOLA
Se podrá cuestionar la gestión política inicial del contagio de Teresa Romero, pero su desenlace ha sido intachable
LA curación de Teresa Romero es la gran noticia que esperaba la sociedad española tras el fallecimiento de los religiosos Miguel Pajares y Manuel García Viejo. El ébola ha sido vencido por la fortaleza de Romero y los cuidados intensos y sin límite que le ha prestado la sanidad pública española, que ha dedicado a la curación de la auxiliar de enfermería sus mejores recursos humanos y materiales. De nuevo, nuestro sistema sanitario, en este caso el madrileño, es motivo de orgullo para todos y merece recibir un reconocimiento a su calidad. Quizá no se valore en su justa medida este servicio público que recibimos los españoles, acostumbrados a acceder a las mejores prestaciones médicas sin coste directo sobre los pacientes, algo desconocido en la mayoría de los países europeos.
La derrota del ébola en el caso de Teresa Romero puede contribuir a nuevos avances experimentales, no sólo para la curación de otros contagiados, sino también para la obtención de esas ansiadas vacunas que erradicarían este virus. Romero ha vencido, pero en África hay cientos de miles de personas expuestas a nuevos contagios y sin contar con una mínima parte de los recursos del Hospital Carlos III.
Ahora también es el momento de ordenar las prioridades políticas y técnicas derivadas de este caso. Las responsabilidades de las autoridades políticas que tomaron las primeras decisiones, es decir, la ministra de Sanidad, Ana Mato, y el consejero madrileño de Sanidad, Javier Rodríguez, están definidas y pendientes de ser exigidas con los respectivos ceses. Pero, a partir de ahí, el empeño de la oposición política y de ciertos sectores profesionales de montar un juicio a gran escala contra el Gobierno y los responsables técnicos de la sanidad pública resulta desproporcionado. Los errores iniciales fueron corregidos a los pocos días con la creación de un comité de expertos que ha funcionado de manera eficaz y profesional. Se podrá cuestionar la gestión política inicial del contagio de Teresa Romero, pero su desenlace ha sido intachable.
Desde el punto de vista técnico, es razonable, como piden asociaciones, sindicatos y colegios profesionales de la sanidad, que se haga una revisión de todo lo sucedido con Teresa Romero, para detectar cuándo, dónde y cómo se produjo el fallo de seguridad. Pero si la voluntad de alcanzar este objetivo es sincera, entonces habrá que aceptar la posibilidad de que la propia Romero interviniera en las causas del contagio. Excluirla de antemano es distorsionar la demanda de información y transparencia. Romero no es culpable de nada, salvo de haber demostrado un gran coraje al presentarse voluntariamente al cuidado de un enfermo de ébola. La verdad no debe asustar a nadie.