SUSANA DÍAZ MARCA DISTANCIAS
AUNQUE la presidenta de la Junta de Andalucía se haya empleado a fondo para no transmitir una imagen de división o discrepancia con el secretario general del PSOE, sus últimas declaraciones no permiten dudar de que, al menos, está marcando distancias claramente con el reciente líder socialista. A pocos meses de empezar un intenso año electoral, los grandes asuntos que preocupan a los españoles no están recibiendo del PSOE una respuesta convincente ni atractiva. Además, a su izquierda crece la marca Podemos y las siglas del PSOE siguen cotizando a la baja. Primero fueron Felipe González y Alfonso Guerra los que pusieron deberes a Pedro Sánchez. Ahora, siguiendo un riguroso orden de aparición por los representantes del PSOE tradicional, Susana Díaz deja sobre la mesa unos mensajes de aviso a su secretario general: no le gustó la petición de funerales de Estado para las víctimas de la violencia doméstica, ni le gusta la reforma federal asimétrica, esa que los socialistas catalanes quieren a toda costa para levantar cabeza en Cataluña, ni le convence la idea de que Pedro Sánchez sea candidato a La Moncloa, aunque Díaz se reserva para el momento de las primarias.
Para valorar la importancia de esta actitud hacia el secretario general socialista hay que tener en cuenta que la federación socialista andaluza es decisiva en cualquier votación abierta en el seno del PSOE, y que Susana Díaz es la única que representa lo que más ansía un partido en la oposición: poder político. Díaz rodea a Sánchez de incertidumbre y evita comprometerse, sin romper del todo, con las decisiones que éste tome. Muchos socialistas confiaban en que el cambio de dirección en el partido y el desgaste del Gobierno estarían produciendo ya –sin necesidad de verificarlo a través de encuestas, sino por simple percepción– un cambio de tendencia en la sociedad a favor del PSOE. Pero esa inflexión no llega y Díaz toma nota.
