La democracia
Se dice que la forma de gobernar menos mala es la democracia. Luego, por definición, se admite que tiene fallos y errores. Al amparo de la libertad de expresión, todo ciudadano tiene derecho a decir lo que no le gusta de la nuestra. Para mí, el mayor error y causante de la situación tan crítica a la que hemos llegado —junto con el despilfarro suntuoso y perenne de la casta política— ha sido la primera reforma penal en la que se exoneraban la pena de cadena perpetua y la pena de muerte, y se imponía como pena máxima 30 años. Después se fueron añadiendo reformas de «verdaderas locuras», como los permisos de salida por infinidad de motivos, los permisos de fin de semana, vacaciones y, para colmo, la creación del tercer grado que todos sabemos en qué consiste. Estas salidas y entradas han servido para que un 90% hayan delinquido y refugiarse posteriormente en la cárcel. Este trato paternalista y benigno a la criminalidad ha ensangrentado a la sociedad duramente porque en sus salidas han cometido muchos asesinatos, violaciones con o sin muertes, atracos, asaltos con fuerza y un reguero de delitos, que han encadenado a las familias de las víctimas a sufrir, mientras vivan, las penas de las angustias, de las ansiedades, de las depresiones y las del vacío que deja un ser querido, a perpetuidad.
No hay derecho a esta protección ni al desamparo de una sociedad atemorizada. Además, esta tremenda y generalizada corrupción está, también, protegida con la sábana de los derechos de la delincuencia. Si existiese la cadena perpetua, la pena de muerte y la supresión de los permisos, los delincuentes se lo pensarían dos veces antes de cometer el delito ¿Qué ha pasado con las más de 1.500.000 firmas que el padre de Mari Luz le llevó a ZP pidiendo el pueblo la cadena perpetua, y que luego recibió Rajoy? Si la sociedad lo exige, hay que escucharla y hacer el proyecto de ley para su debate y posterior aprobación. Con toda seguridad tantísimas firmas están durmiendo en un cajón el sueño de los justos…