HACIENDO AMIGOS

LO DE SOSA WAGNER

IÑAKI EZKERRA

El lío de UPyD sirve para que lo que se anunció como el final del bipartidismo sea el comienzo del final del «bisagrismo»

DE todo el triste capítulo de las desavenencias entre la dirección de UPyD y Sosa Wagner, que se han saldado de la peor forma posible, se me ha quedado grabada una frase que éste dijo hace unas semanas y que apelaba a lo básico en todo debate bien sea ideológico, teológico o gastronómico: «Por favor, dejen de insultarme». Eso es lo que me queda de ese cristo sin entrar en consideraciones políticas; esa terrible costumbre que se ha impuesto en la vida pública española, en los partidos y en el asociacionismo civil de usar contra quien estorba al propio interés personal descalificaciones gruesas y acusaciones miserables. Porque Sosa Wagner estaba utilizando elegantemente un eufemismo cuando llamaba insultos a eso, a unas acusaciones no por ridículas menos insidiosas. Las más leves han sido las que trataban de pintarlo como el intelectual encerrado en sí mismo e incapaz de bajar a la tierra de un partido. Pero eso tampoco cuela. No cuela porque Sosa Wagner es la persona más afable que existe, la más presta al entendimiento, y porque tiene algo, aparte de educación, que le distancia tanto del autoritarismo como de sus adversarios: sentido del humor. Quienes no se entienden con Sosa Wagner es que no se pueden entender con nadie. De hecho no se entienden y antes o después acabarán a tortas entre ellos. No cuela, en fin, el cliché del perro verde intelectual porque se puede ser perro verde sin haber leído un libro y porque conocemos bien ese prejuicio. Es el de Dolores Ibárruri al Jorge Semprún que proponía una superación del estalinismo en el PCE de los años sesenta: «¡Intelectuales, cabezas de chorlito!» Una década después, cuando ya era un poco tarde, Carrillo (ése sí que era un perro verde) comprendería que los chorlitos tenían más cabeza que él.

Sí. No hace falta entrar en consideraciones políticas para valorar la honestidad y dignidad de Sosa Wagner. Pero, entrando en ellas, hay que decir que la desmesurada reacción de los barandas de UPyD contra alguien que proponía lo sensato (unirse a Ciudadanos) sólo ha servido para que lo que se anunció como el final del bipartidismo sea el comienzo del final del «bisagrismo». La misma cita que tuvo Rosa Díez con Pedro Sánchez el 18 de septiembre para coincidir ambos en la reforma federal de la Constitución estuvo cargada de significado. Era un portazo a la unión de UPyD con el partido de Rivera y a la tesis de Sosa Wagner de que no es posible la vía federal con socios desleales como los nacionalistas.

De Sosa Wagner sabemos lo que piensa por sus artículos, por sus libros y por él, que es un libro abierto. Lo que no sabemos es adónde van quienes le han insultado y acusado. «Corrupto, vendido, traidor…» ¿Cuándo se empezó a manejar ese lenguaje entre compañeros de causa? ¿De qué me suena a mí todo eso? Me suena de los inicios del Movimiento Cívico Vasco; de los líos, de las divisiones y de una lejana reunión que terminó con un grito divertido y profético: «¡Gorriarán pero no convencerán!»

LO DE SOSA WAGNER

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