SÁNCHEZ NO ENCUENTRA SURESNES
Las propuestas de González y Guerra sobre un proyecto de izquierda nacional son una advertencia para que el PSOE no desaparezca como opción de gobierno. A Sánchez, tamaño envite puede venirle grande
CADA vez que Pedro Sánchez se encuentra con Felipe González, el actual secretario general del PSOE sabe que le toca escuchar una clase magistral de política socialista y aguantar más de un educado rapapolvo del expresidente del Gobierno. Esto le sucedió de nuevo a Sánchez en el acto organizado por su partido para celebrar el 40 aniversario del Congreso de Suresnes, en el que los socialistas españoles se pusieron en manos de Felipe González y el «clan de la tortilla» para liderar a la izquierda en la transición democrática y el pacto constituyente. Y lo hicieron, sin duda, como una aportación decisiva a la convivencia entre españoles, contribuyendo a cerrar las heridas que, años después, otro socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, se dedicó a reabrir con la ponzoña de la memoria histórica y el revisionismo revanchista. González y su entonces mano derecha, Alfonso Guerra, saben de lo que hablan, no sin alguna contradicción y con una benévola desmemoria sobre parte de su gestión en el Gobierno, porque conocen bien de dónde viene el PSOE y dónde puede acabar si no rectifica su rumbo.
El problema es que el liderazgo de Pedro Sánchez parece desgastado a pesar de los pocos meses que lleva en Ferraz. Únicamente, y no es poco, ha mantenido una actitud de Estado en relación con el conflicto nacionalista en Cataluña, apoyando las impugnaciones presentadas por el Gobierno y oponiéndose claramente a la consulta separatista del 9-N. Pero la ambigüedad de los socialistas catalanes, que votaron a favor de la ley de consultas populares que Artur Mas utilizó de percha para convocar el referéndum del 9-N, han deshecho el crédito que tenía Pedro Sánchez en esta cuestión. Cuando el concepto mismo de Estado y de Constitución está en juego, no se puede tener un pie en cada orilla.
En lo demás, Pedro Sánchez «tuitea» e improvisa y, por tanto, se equivoca. Cree que sigue en primarias y trata asuntos cruciales –el Ministerio de Defensa, la violencia de género– con cierta frivolidad, teniendo luego que rectificar, pero dejando el rastro de la duda. El PSOE vive en una encrucijada para la que González y Guerra piden pensamientos sólidos, porque ven que Sánchez ofrece un liderazgo líquido. Frente a Podemos y para borrar su responsabilidad por la crisis, el PSOE está optando por radicalizarse a su izquierda –su discurso contra el prudente proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana no lo hubiera mejorado Pablo Iglesias– y difuminarse hacia su centro. Las propuestas de González y Guerra sobre un proyecto de izquierda nacional son una advertencia para que el PSOE no desaparezca como opción de gobierno. A Sánchez, tamaño envite puede venirle grande.