POSTALES

¿BUENAS O MALAS NOTICIAS?

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Cuando creíamos que estábamos saliendo del pozo, resulta que seguimos en él

LO más sorprendente, inquietante y a la vez revelador del rebrote de la crisis económica es el regodeo, el regusto, la satisfacción que produce en la izquierda. Algún comentarista no puede disimular su alegría ante lo que llama «fracaso del austericidio», que aprovecha para poner unas banderillas de fuego a Frau Merkel. Mientras un observador medianamente objetivo diría que es la peor noticia de los últimos tiempos: cuando creíamos que estábamos saliendo del pozo, resulta que seguimos en él, y que incluso los europeos más ricos tienen dificultades.

–¡Pero esto es ilógico, suicida! Si la recuperación encalla en los países punteros, aquí no va a salvarse nadie, empezando por los más pobres–, nos dice ese observador objetivo, naturalmente extranjero.

–Eso será en su país –le respondemos–. Para un español, lo importante es la derrota del rival político. Que traiga daños a la nación es secundario, entre otras cosas, porque considera que la nación es él o, todo lo más, su partido.

–¿Pero cómo puede gobernarse, cómo puede funcionar un país así?– preguntaría, asombrado, nuestro interlocutor.

–Pues ya ve, como lo hemos venido haciendo hasta ahora, a trancas y barrancas, aparte de los periodos en que nos peleamos de verdad. Aunque también hay una explicación detrás de ello. Si esta crisis, o cualquier otra, una marea negra o un atentado terrorista, tumba al gobierno rival y lleva a al poder al partido propio, tampoco le afectará tanto, pues sabe que «los suyos», expresión muy castiza, gobernarán para él y su familia carnal y política. Sin contar la satisfacción que le producirá contemplar cómo los rivales se chinchan.

–¡Pero esto es una locura! Así, ese país no podrá salir nunca adelante. Lo que tejen los unos lo deshacen los otros– insiste, apesadumbrado, el extranjero.

Y no nos queda más remedio que darle la razón

Al margen de esta peculiaridad hispana, la realidad es que si bien la crisis empezó en Estados Unidos al desplomarse Lehman Brothers y se trasladó a Europa, esta segunda oleada se origina en Europa y se traslada a Estados Unidos. Con la enorme diferencia de que los Estados Unidos tienen una capacidad de reacción muy superior a la de Europa, como ha demostrado infinidad de veces, la última en esta ocasión. Mientras, los europeos nos hemos acostumbrado al mullido colchón del Estado de Bienestar, devenido en Estado de Beneficencia, que gasta más de lo que ingresa, y nos resistimos a dejarlo, sin que todas las llamadas al orden presupuestario consigan restablecerlo. Algo que no augura nada bueno. Que España haya crecido el último año más que ningún otro país de la CE basta y sobra para mostrar lo precario de nuestra situación.

Y, encima, hay quien se alegra. Que no son sólo los que quieren instaurar un régimen venezolano.

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