VIDAS EJEMPLARES

MENTIRÓMANOS

LUIS VENTOSO

El pequeño estafador que se fotografió con todos al menos nos ha hecho reír

DE chavales, allá en el patio de recreo del colegio, bajo la cortina de orvallo que hace tan verde y especial a Galicia, teníamos un compañero que padecía eso que ahora los forenses judiciales llaman «florida ideación delirante de tipo megalomaníaco». Nosotros, que no éramos ni tan finos ni tan versados, comentábamos simplemente que «este tío cuenta unas trolas del carallo». En una ocasión un grupo de la clase se fue cuatro días de convivencia a un albergue de los Ancares, en la sierra de Lugo. Nuestro mentirómano amigo se anotó y cuando volvió le preguntamos expectantes cómo había ido la excursión. «Al principio muy bien –comenzó a relatar–, pero de repente cayó tal nevada que todo el albergue quedó cubierto. Y claro, a los dos días empezamos a tener hambre. Así que el profe me dijo: “Tú que estás ágil, sal por la claraboya del techo y a ver si puedes conseguir provisiones” Y allá voy. Salgo con una escopeta de balines, la nieve a la altura del techo… ¡Y un alce!». Uff, un alce. ¿Y qué hiciste entonces, qué hiciste? «Pues qué iba a hacer: se me encasquilló la escopeta, pero lo maté a culatazos y gracias a esos sobrevivimos». Las carcajadas llegaron al otro lado de la ría. A la tarde, un amigo de buen corazón pilló al trolas en un aparte y le dio un consejo: «Ya sé que a ti te pasan cosas muy especiales. Pero hombre, tal vez a veces exageras un poquito, y luego la gente se ríe de ti…».

Durante una semana no hubo más relatos extraordinarios. Pero una mañana nuestro amigo se arrancó a hablar animadamente: «Bueno, supongo que ya os he contado alguna vez que mi padre y yo tenemos en casa un simulador de vuelo, ¿no? Pues ayer programamos la ruta Alvedro-Barajas. Pero al poco del despegue nos entraron a los dos a la vez ganas tremendas de mear. ¿Y sabéis que pasó cuando volvimos?». Nooo, ¿qué pasó? «Pues que en la pantalla ponía: “Castástrofe, se han estrellado contra las Médulas”». Irrecuperable. Y ni sabíamos por qué lo hacía.

En el 2002, Spielberg llevó al cine con DiCaprio la vida de Frank Abagnale Jr, que a los 19 años ya había juntado un millón de dólares haciéndose pasar por piloto, abogado y médico, y falsificando cheques. Aunque basado en hechos reales, aquello parecía imposible, de película. Pero ayer nos despertamos con las aventuras de Nicolás Gómez Iglesias, de 20 años, estudiante de finanzas. En agosto llegó a Ribadeo con una escolta de cuatro coches y ocho guardaespaldas, cuentan que almorzó con el presidente de Alsa y que hasta le reservaron el parking del Náutico tras una llamada (falsa) de la Casa del Rey. Ver en la web de ABC su colección de fotos resulta hilarante: Nicolás se cuela en el besamanos del nuevo Rey, intercambia influencias en el palco del Bernabéu, se sienta en FAES a la vera de un reflexivo Aznar… En un país donde nos han engañado honorables presidentes autonómicos, tesoreros esquiadores, tonadilleras, duques con entrada en palacio, ministros, gurús financieros, jueces, alcaldes, deportistas dopados y media CEOE, la gamberrada de Nicolás parece solo la parodia naíf de una era. Por lo menos nos ha hecho reír. Que lo indulten y lo hagan tertuliano.

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