EL DEDO EN EL OJO

Vamos a contar mentiras

Si alguien anda aventajada en el uso de las falsedades, esa es la clase política

MARIO FLORES

HACE demasiado tiempo que Jean-François Revel nos advirtió de que «la primera fuerza que dirige el mundo es la mentira». Empleo el desmesurado adverbio porque, a veces, no alcanzo a entender por qué a las personas nos cuesta tanto aprender de la experiencia. Darnos cuenta de ciertas cuestiones y rectificarlas parece producirnos alguna clase de urticaria.

Eso nos ocurre con la mentira, esa dama embozada que nos seduce en su vaciedad y nos deja al final con las entendederas al aire.

Y como la mentira es una de la peores malas artes y «todo se pega menos lo bonito», a ella se le unen otros compiches de la misma mala laya que abundan en la perversión: la soez manipulación del lenguaje, por ejemplo.

Si alguien anda aventajada en el dominio de estos ardides, la mentira y la adulteración del lenguaje, es la clase política, tanto más avezada cuantos menos escrúpulos tenga a la hora de ejercer el poder de manera impúdica y tramposa.

Si la pasada semana hablábamos del despropósito semántico-político de las petulantes «Lanzaderas de empleo» propuestas por la Delegación de Empleo en Córdoba, hoy traemos a escena la coalición entre la mentira y la utilización torcida del lenguaje para comprobar una vez más que esto no tiene remedio.

Asistimos hace pocos días a la reprimenda que IU le dedicó al PSOE por votar en contra de la interposición de un recurso de inconstitucionalidad contra la ley hipotecaria, esa norma que permitió la inscripción a nombre de la Iglesia Católica de la Mezquita-Catedral.

Y para ello los comunistas se valieron de la palabra «cobarde», convirtiendo nuestro Ayuntamiento en una especie de patio de colegio en el que azorar a un colegial que no se atreviese a plantarle cara al bravucón de la clase. ¡Qué nivelito! Ya me explicará IU qué de cobarde hay en plegarse al sentido común y retirar una demanda que tiene el mismo recorrido que el tren de Peñarroya-Pueblonuevo en su modalidad «operación Rocket». Podríamos afirmar que aquí quedan en alianza la mentira y el lenguaje rizado en su expresión más pueril.

Y en la mentira, la demagogia y la hipérbole se instala la valoración que sobre los presupuestos asignados por el Estado a Córdoba ha realizado Rafaela Crispín. La secretaria de Política Municipal del PSOE-A ha manifestado que los PGE son «tremendamente crueles» porque «deja solas a las personas que peor lo están pasando» y que son «recortes sobre recortes». No debería ser una socialista quien así se expresase en relación a los recortes cuando es su administración en Andalucía la que, con su pésima gestión, nos lleva arrastrando por el fango hace décadas.

Y es mentira que los PGE sean un arma de destrucción masiva. Aunque a veces, eso sí, lo pueda parecer.

Vamos a contar mentiras

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