¿A favor o en contra de la Iglesia?

JULIO CÉSAR JIMENA

«En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, sino sólo del color del cristal con que se mira». Es un sabio refrán. Nadie puede arrogarse poseer el patrimonio de la verdad absoluta. Es verdad, sin embargo, que en España conviven malamente dos bandos enfrentados, y vamos a ser sinceros por una vez: se inclinan a favor de la Iglesia o en contra de ella, aunque sea penoso reconocerlo. Ellos abarcarían todo el espectro de los dos partidos políticos mayoritarios. La Iglesia tiene en su defensa la inmensa labor humanitaria que desarrolla, fundamentalmente en necesidades materiales. No se puede negar su participación en comedores, reparto de alimentos, asistencia a inmigrantes, drogadictos, o alcohólicos. Y todo ello, a partir de un espíritu totalmente desinteresado, impregnado del mensaje evangélico de la caridad. No hay ninguna otra organización particular, social, estatal o privada que funcione con tanta eficacia en este ambiente de pobreza, a la que desgraciadamente nos ha llevado la dichosa crisis. Pero como católico también comprendo que no es necesario en un hospital, que haya crucifijos en todas las habitaciones, ni en los plenos de los ayuntamientos. Sería como un abuso de poder. Eso no tiene nada que ver con el culto público, tradicional, en templos, procesiones o romerías de la religión mayoritaria, aunque no, por supuesto, oficial. Y es de rigor reconocer su importante papel a la hora de satisfacer ese anhelo trascendente que palpita y es constitutivo de la condición humana. No obstante, sí se puede estar en desacuerdo con que esa búsqueda, llamémosle Dios, se haga con una mentalidad de hace dos mil años. No debemos seguir empeñándonos en labrar la tierra con una yunta de bueyes y un arado. La mente humana, es una realidad incuestionable, ha evolucionado muchísimo en estos dos milenios. Podemos contemplar a Dios a través de la ciencia, ya que se encuentra preferentemente en la realidad que nos rodea. Pero sobretodo, hemos de buscarlo donde lo hemos perdido, en nuestro corazón.

¿A favor o en contra de la Iglesia?

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