ESPAÑA RECUPERA SU INFLUENCIA
La elección de España como miembro del Consejo de la ONU representa un espaldarazo internacional a un país que trata de recuperar el papel que le corresponde en el mundo
EL Gobierno de Mariano Rajoy tiene razones suficientes para felicitarse por la elección de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad durante los próximos dos años. En los últimos años, una de las tareas más necesarias de nuestra política exterior ha sido tratar de restablecer los cimientos de la confianza internacional –dañadas seriamente por la errática e inconsecuente gestión del Ejecutivo anterior–, y la vuelta de nuestro país al Consejo de Seguridad bien podría considerarse como una señal clara de que este objetivo ha sido alcanzado con satisfacción y que España vuelve a ser considerado un país en el que se puede confiar en todos los sentidos.
Este ha sido también un empeño muy personal del propio ministro García-Margallo. En las votaciones celebradas ayer en Nueva York han fructificado los cuidadosos esfuerzos que el titular de Exteriores y la diplomacia española han llevado a cabo en los últimos años. España se mantiene donde debe estar, entre los países más importantes del mundo y en los centros de decisión relevantes. Como acertadamente dijo el propio ministro, ser miembro del Consejo de Seguridad comporta obligaciones muy exigentes, pero «un país que quiera ser relevante en la comunidad internacional tiene que asumir esos compromisos y obligaciones, y España ni ha rehuido ni va a rehuir jamás ese papel».
El momento en el que España va a tener la posibilidad de intervenir en el foro más importante de la ONU coincide, además, con un periodo especialmente turbulento de la vida internacional, marcado por la necesidad de gestionar asuntos tan inquietantes como la lucha contra el llamado Estado Islámico, que representa la peor amenaza para la libertad y la dignidad humana en una región del planeta donde se juegan muchos intereses. A la vez, se producen tensiones entre Rusia y los países libres con consecuencias económicas no menos graves, por no hablar de la epidemia del ébola en África Occidental, una crisis que va a requerir de una intervención coordinada de la comunidad internacional. Otros asuntos, como el conflicto israelo-palestino, siguen lamentablemente allí donde estaban la última vez que España formó parte del Consejo de Seguridad (2004), y, aun así, España tiene ahora la ocasión de aportar nuevamente su decisivo apoyo para intentar que se avance hacia una solución.
La elección de España vuelve a ser un espaldarazo de la comunidad internacional a un país con siglos de historia y presencia en el mundo, un mensaje claro e inequívoco para esas fuerzas disgregadoras que buscan –por supuesto sin éxito– cualquier tipo de reconocimiento internacional para sus aspiraciones. Cuando la comunidad internacional elige a España para este papel en la ONU es porque no existe la menor simpatía hacia aquellos que quieren destruirla.