VIDAS EJEMPLARES
BARACK, BARACK
No se puede armar el lío y luego silbar
VERANO de 1990. Sadam Husein está arruinado tras la guerra contra Irán, una absurda escabechina que ha durado ocho años. Para hacer caja, al atrevido sátrapa no se le ocurre nada mejor que invadir Kuwait y quedarse con sus reservas de petróleo. Pero Bush padre no está dispuesto a permitir que un carnicero de Mesopotamia descoloque el mapa energético global y perjudique a Estados Unidos. Así que decide echar a Sadam de Kuwait y recurre a un superdotado de West Point con apellido de central del Colonia, el general Schwarzkopof. Sadam anuncia «La madre de todas las batallas». Pero está tan pelado que hasta combate con tanques hinchables para hacer bulto. La guerra arranca el 17 de enero de 1991 y Sadam se rinde el 28 de febrero. Bush padre, que en realidad solo quiere salvaguardar el petróleo, comete el error de no aprovechar el lance para deponer al genocida iraquí.
Año 2003. Bush 2 ocupa la presidencia y decide rematar el trabajo que su padre dejó a medias. Ahora el móvil es que Sadam posee unas tremebundas armas de destrucción masiva (que nunca aparecerán) y que colaboró en el 11-S (que nunca se probará). A diferencia de su progenitor, un pragmático de pulso sosegado, Bush Jr. es un idealista, que pretende llegar a Oriente y sembrar lindas democracias, que florecerán como delicadas orquídeas sobre un mantillo de odios religiosos atávicos, incultura, violencia endémica y rechazo al Occidente cristiano. El general tejano Tommy Franks conquista Irak en un suspiro: lanza la primera bomba el 20 de marzo y el 9 de abril cae Bagdad. Cuelgan a Sadam (que había contraído sus méritos) y ya tenemos una flamante democracia… que deriva en breve en una salvaje guerra civil entre los de siempre, suníes y chiitas.
Pero tantas hazañas bélicas castigan el bolsillo. Ocupar Irak costó 20.000 millones de dólares, mantenerlo un poco estabilizado, 2.000 millones al mes. Y aquí llega el gran Barack, distinto, moderno, orador persuasivo, el líder que ve crecer la hierba. Barack, inteligente humanista, da un giro y retira las tropas. Aplausos: ha rubricado la creación de un extenso Califato medieval de una violencia insólita, que anteayer estaba a solo un kilómetro de Bagdad. Ha facilitado la aparición del grupo terrorista más rico de la historia, Estado Islámico, que gana tres millones de dólares diarios con sus yacimientos petroleros, ocho millones con la extorsión, que ha creado una boyante industria del secuestro y que recibe fondos bajo cuerda de sultanatos hipócritas que quieren zumbar a los chiitas.
Tras unos estremecedores vídeos propagandísticos, en los que degüellan a varios anglosajones maniatados y humillados, surge un clamor: Obama debe actuar. Su solución: unas bombas desde el aire para lavarse la conciencia, que no frenan a Estado Islámico, que solo será derrotado con tropas de tierra. Pero como eso es carca, y encima oneroso, aquí seguimos: con un califato terrorista a tres horas de avión de Roma, donde se gestará la cantera de fanáticos que salpicará de sangre y lágrimas nuestras ciudades con atentados indiscriminados. Porque el alguacil mundial ha dimitido. Y Europa, ay, no es capaz ni de limpiarse los mocos sola.