UNA RAYA EN EL AGUA

EL SIMULACRO

IGNACIO y camacho

En verdad no se sabe quién manda en Cataluña. ERC manda sin gobernar y Mas gobierna sin mandar. Gobierno y poder separados

NO andaba descaminado Rajoy cuando sugirió, con mezcla de retranca gallega y vitriolo florentino, que no se sabe muy bien quién manda en Cataluña. La política catalana es siempre de una espesa complejidad casuística que a partir del proceso soberanista se ha vuelto ininteligible en lo que respecta a las relaciones de jerarquía. El descalabro electoral de 2012 dejó a Convergencia a merced de una coalición de facto con ERC en la que los independentistas han ejercido mitad de aliados, mitad de enemigos; abren y cierran a voluntad la llave de la mayoría parlamentaria, manejan la presión de la calle y esperan la oportunidad del zarpazo que les sitúe como fuerza hegemónica. Esquerra manda sin gobernar y CiU, o sea Artur Mas, gobierna sin mandar. El problema mayor es que a ninguno de los dos parece interesarles el Gobierno, como sugiere el profesor Otero Lastres, porque en este momento de penuria financiera gobernar implica tomar decisiones antipáticas. Ambas fuerzas están utilizando la secesión como melodía de Hamelin con la que distraer a los ciudadanos de un fracaso político.

En estas circunstancias, a Mas se le empieza a acabar el margen de su huida hacia adelante. La cantada renuncia al referéndum de autodeterminación lo ha situado ante una pared con la retaguardia bloqueada. El Gobierno de la nación le ha apurado en sus propias contradicciones y los secesionistas de ERC no se van a conformar con el simulacro de consulta, una pantomima estéril: saben que tienen en sus manos la posibilidad de asumir el liderazgo y deben manejar los tiempos. Aunque también andan en dudas: la propuesta de una declaración parlamentaria de independencia rompería a CiU y tal vez no obtuviese mayoría, además de carecer de efecto jurídico. La alternativa son las elecciones anticipadas –eso de «plebiscitarias» es una fantasmagoría– pero para Junqueras representan un dilema: si acepta la lista única le dará oxígeno a Mas después de asfixiarlo y si van por separado....corren el riesgo de ganarlas.

Esquerra aún no quiere ganar; eso implica la prosaica tarea de gestionar, hacer presupuestos, pagar nóminas. El desgaste. Desea el poder, no el Gobierno, porque no tiene otro objetivo que la independencia. Por eso primero pretende asaltar los ayuntamientos, que son su verdadera fuerza, y desde ahí seguir forzando su vía a la secesión. Aún le puede convenir seguir usando a Mas como mascarón de proa, por lo que parece prematuro dar al president por liquidado. El Estado ha ganado la batalla del referéndum pero el conflicto sigue vivo y no está en absoluto resuelto. En ciertos círculos de Madrid está empezando a abrirse paso la idea de que una victoria de ERC podría acelerar la ruptura del bloque independentista. Peligroso coqueteo con un abismo que, aunque algunos lo merezcan, convertiría a todos los ciudadanos catalanes en rehenes de su propia aventura. .

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