VIDAS EJEMPLARES
QUÉ RIDÍCULO
Tras dos años de desafíos perdonavidas, se va viendo lo que había…
Tras dos años de desafíos con deje perdonavidas, insultos al resto de los españoles, manipulaciones y un parto de los montes cada miércoles, cunde la reconfortante sensación de que Artur Mas está ya más cerca del universo de Chiquito de la Calzada y Fernando Esteso que del de Jefferson y Franklin. Pero, aun así, toca reconocer que algunas veces le acompaña la razón, como ayer, cuando afirmó que su proyecto se enfrenta a «adversarios poderosos». Cierto. Incluso se pueden enumerar: el sentido común, la lógica económica, la historia, las normas de la UE y el respeto básico a las leyes democráticas que impera en cualquier país civilizado. Si te tiras de cabeza a una piscina sin agua, el viejo Newton y la ley de probabilidades indican que te partirás la crisma, por muy épico que sea tu discurso.
Los independentistas cuentan con un machacón, eficiente y carísimo aparato de propaganda, costeado con fondos de la Generalitat, que paradójicamente está recibiendo un tercio de las ayudas que destina el Estado a reflotar a las comunidades asfixiadas. El nacionalismo, con TV3, los periódicos subvencionados y su malla radiofónica local, intentará camuflar el batacazo, reescribir la historia, como ha hecho ETA tras su derrota en el País Vasco. Pero el proyecto independentista hace agua.
Económicamente es mortífero para Cataluña, que tiene el 60% de su mercado en el resto de España. Su PIB se hundiría, se dispararía su déficit, habría una fuga masiva de empresas y se pondría en riesgo hasta el pago de pensiones y subsidios. Moralmente es grimoso: en el fondo consiste en azuzar el odio al vecino para exaltar la propia superioridad, y eso, en plata, se llama xenofobia. Socialmente, no cuentan con el apoyo abrumador que el separatismo quiere hacer ver. Al contrario. Una cosa es financiar y promover con éxito una gran marcha callejera anual, la Diada, y otra muy distinta es la opinión pública real, donde existe algo que se llama mayoría silenciosa (léase Escocia).
Históricamente es un absurdo. No cabe romper la nación más antigua de Europa por un capricho unilateral, sin argumentos de progreso. Políticamente era cavernario: si se hubiese consumado lo que pretendían volveríamos al totalitarismo, porque auspiciaban un golpe civil contra el Estado de Derecho. Por último, aunque han disimulado, pues son sofistas eficaces, Mas y Junqueras han sido volteados en la línea de salida por dos tornados: el triunfo rotundo del unionismo en Escocia, que ha tapado muchas bocas y ha dejado demudado al separatismo catalán y vasco; y el descubrimiento a las claras de que el padre político de Mas y patriarca del proyecto, el señor Pujol, había instaurado un régimen cleptómano para robar a los catalanes.
El pulso de Mas va cobrando tintes bufos. Si sigue constituyendo un grave problema para España es solo por la dejación de funciones de la izquierda política y mediática, que en un imperdonable error histórico, desoyendo el sentir de los españoles, aboga por componendas con quienes no las quieren, pues su única meta es romper la nación donde vivimos todos. Incluidos, aunque no lo parezca, los diletantes madrileños de la tercera vía y el punto cat.