Mas en la encrucijada
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El fracaso, a veces, contiene una llamada a la cordura. Cuando se crean falsas expectativas a un pueblo, el catalán, a sabiendas de que se están cruzando peligrosamente todas las líneas rojas del ordenamiento constitucional, dar marcha atrás puede ser un inteligente ejercicio de reflexión, bien porque se temen las consecuencias personales y penales de haber abierto una peligrosa deriva o caja de Pandora, bien porque no se han medido en su justa dimensión los efectos de un reto tan osado como innecesario. Los catalanes están divididos y esa escisión sociopolítica de alta polarización ideológica puede crear una situación casi guerracivilista dentro de la propia Cataluña o con el resto del país, que no acepta la mutilación y secesión de uno de sus territorios más significativos históricamente. La soberanía del país la ostenta todo el pueblo español como un todo plural y rico en peculiaridades, matices y diferencias. Los cismas, propiciados por un retorcimiento unilateral de las leyes y normas comunes, pueden abocarnos a una fragmentación que asfixie e inficcione la frágil e inestable salud del país.