EL TACÓN DE SÓCRATES

Dame una razón

Dame una razón

POR PACO MERINO

Estaré a tu lado cuando menos lo merezcas, porque será cuando más lo necesites. La conmovedora aseveración se ha podido escuchar en más de un drama romántico, aunque también se ha leído en pancartas en algunos estadios españoles con solera. No en El Arcángel, desde luego, donde sigue flotando un ambiente de tolerancia y comprensión hacia un Córdoba cuyos números son mediocres. Duelen, pero hay motivos razonables para explicarlos. La clave del asunto es que esos argumentos tienen fecha de caducidad. El fútbol y sus mecanismos, ya saben. Los blanquiverdes ganaron su último partido oficial ante su público el 25 de mayo ante el filial del Real Madrid, que ahora anda dando tumbos por la Segunda B a las órdenes del legendario futbolista —y ahora controvertido entrenador— Zinedine Zidane. En Primera no ha vencido aún a nadie y no ha sido capaz de abandonar los puestos de descenso, los mismos en los que estuvo casi la práctica totalidad del curso 71-72, el último que disputó en la élite. Todo el mundo tenía muy claro que esto iba a costar. Y está costando.

De momento, los efectos del duro estreno cordobesista no han ido más allá del hostigamiento verbal —pitadas y cánticos vejatorios— a algunos jugadores, especialmente los puntas Havenaar y Xisco, y una operación de zarandeo al banquillo cordobesista que no cuajó porque, sencillamente, parecía francamente ridículo para la imagen de la entidad prescindir de Ferrer después de sólo siete jornadas y tras derrotas «comprensibles» ante Real Madrid, Sevilla y Valencia. Aseguran que el catalán estuvo cerca de la destitución, lo que en la práctica supone colocarle ya en el disparadero a poco que se tuerzan las cosas. No había debate entre la afición a propósito de la idoneidad del exbarcelonista como guía de una plantilla imperfecta, pero seguramente con el potencial suficiente para cumplir el papel que sus propios constructores le habían asignado: padecer las de Caín para conseguir salvar el pellejo antes de acudir, en la última jornada del campeonato, al Ipurua eibarrés. Ahora sí hay polémica, por más que desde el campo y los despachos se jure y perjure —en público, obviamente— que nunca se quebró la confianza en el técnico y que todo se arreglará con tiempo y trabajo. «¿Van a echar a Ferrer este sábado?», dicen los parroquianos en la barra del bar. Ya tiene el foco puesto encima. Este sábado hay partido frente al Málaga y más le vale al Córdoba sacarse de encima la etiqueta de víctima digna, de notable encajador y mal pegador, de equipo simpático que acaba de llegar y al que se las dan todas en el mismo lado.

Después de superar la primera crisis de la temporada, endulzada por la victoria en Lucena ante el vecino de Segunda B, el Córdoba se dispone a reanudar la Liga. Su Liga. La de los iguales, que vienen a ser los equipos del corte de aquellos con los que ha ido acumulando empates (Celta, Almería, Espanyol, Getafe) y ante los que ofreció una imagen irregular, alternando fases notables con rotundas pifias. El Córdoba sigue buscando una victoria y, sobre todo, continúa persiguiendo su partido redondo. Ése que le reporte tres puntos, crédito entre su afición, fe en sí mismo y el inicio de una reputación en Primera. Ahora sólo es un recién ascendido que lo intenta pero no gana. Que no juega mal, pero que no marca. Que compite sin rematar el trabajo. Llegados a este punto, no le queda más remedio que empezar por el final: el resultado es imprescindible. El parón por las selecciones ha servido para hacer reflexión interna, para mantener reuniones y decirse a la cara lo que antes se susurraba por las esquinas. Si ese diálogo —unido al cambio de sistema, a la definición de un once más o menos estable después de alinear a 24 futbolistas en siete partidos y a la llegada de un calendario más benévolo— se plasma en el campo —y fundamentalmente en los marcadores— se empezará a ver desde este mismo sábado. El Málaga visita El Arcángel. Siete días después, la Real Sociedad. Y tras viajar al Calderón para otro día histórico ante el campeón de Liga, otros dos rivales del fondo del cajón: Deportivo en casa y Elche fuera. La hora de las respuestas ha llegado para un Córdoba que sigue haciéndose querer. Promete más de lo que da, algo que todavía se interpreta como un síntoma de fogosidad juvenil de un novato. Pero, amigos, esto es la Primera División y hay que madurar muy pronto. El cordobesismo quiere una buena razón para creérselo. La misma que necesitan los jugadores. La única posible. Ganar.

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