Almas samaritanas
Avanza el día con sus claridades y adentrándose en la vida de los hombres; plagado de aventuras e interrogantes, de esos misterios existentes y que a veces no nos percatamos de ellos, quizás movidos por otros intereses.
Pero, en medio de nuestros pesares y abandonos de soledad, nos encontramos con personas que nos ofrecen su amistad y cariño, aún sin ser nuestros familiares y allegados. Seres que abundan en nuestra sociedad, y que llamamos voluntarios; aquéllos que gratuitamente ofrecen su apoyo en honda amistad. Nos aportan, en muchos casos, su comunicación, su continua compañía y consejo oportunos. Son almas que pasan a nuestro lado como samaritanos, pero para quedarse y compartir, generosamente, su dedicación y su tiempo en aras de un amor verdaderos.
Miradas de nobles deseos, de sonrisas y vuelos más altos, de corazones enriquecidos de amor, que ponen a nuestro servicio lo mejor de ellos, de forma compartida y generosa.
Existen muros de discordia, de desaveniencias continuas, de enormes grietas de desamor y desencuentros, como si la amistad y en gozo y verdad nos pareciera imposible de realizar. Como si el bien fuera algo sin sentido... Enorme fracaso, si así lo creemos, porque lo que da sentido a la vida del hombre es la gozosa realización del bien, haciéndonos verdaderamente libres.
La riqueza de la amistad nos ha de llevar a abrazarla en generosidad, ternura, bondad, sabiéndonos queridos y arropados, unos con otros. La vida es darse en reciprocidad de amistad y de querencias. De estrechar lazos en compañía, en servicio y cuidados. De lo contrario, la existencia se convierte en pozos vacíos, en almas enclenques que no son capaces de tomar nuestros impulsos, combatiendo el mal como lacra social, para situarnos en el nivel más alto de la libertad..