La patera que encalló mirando a Marruecos

Una gran embarcación de inmigrantes aparece en la playa de Atlanterra con la proa dirigida al Cabo Espartel

En el barco pueden viajar unas 15 personas R. Maestre

Romualdo Maestre

Paseando por la playa de Atlanterra, Cádiz, antes de llegar al Cabo de Plata, dirección Este desde Zahara de los Atunes , sorprende a la vista una embarcación de considerable tamaño encallada en la arena. Está a unos diez metros más o menos de la línea que marca la pleamar y tiene más capas de pintura que un submarino de la Segunda Guerra Mundial . Llama también la atención lo grande que es; con los pies en la arena apenas se puede asomar la cabeza a su interior. En ella se aprecian botellitas de plástico de agua mineral sin etiquetas, reutilizadas; dos mantas de lana empapadas de agua; bidones vacíos de unos cinco litros que en su momento llevaron gasoil para el motor de la embarcación que ha desaparecido por ser lo único de valor; dos o tres juegos de correas de transmisión; un cabo grueso de cuerda de poliéster; un cubo para achicar agua; alguna lata de refresco vacía y bolsas de plástico también sin contenido alguno.

Interior de la patera R. Maestre

Sí, es una patera. Pero no como las que estamos acostumbrados a ver cuando se acaba la temporada de verano y ya el tractor-rastrillo no peina y limpia las arenas blancas de estas playas para recoger lo que el mar escupe y los bañistas desaprensivos -por no emplear otro término-, se «olvidan» de llevarse a las papeleras. Entonces se ven restos de la inmigración. Tablas sueltas de pequeñas embarcaciones rotas. Ropa y zapatos de los inmigrantes que abandonaron mojados y húmedos en su huida nada más tocar tierra. Gomas de neumáticos de camiones que han sido utilizados como flotadores; incluso palés usados como almadías para cruzar los apenas diez kilómetros que separan Marruecos con la parte más al sur de la Península.

Desde la playa de Atlanterra se divisa el litoral marroquí, como se aprecia en el horizonte de este anochecer R. Maestre

Pero esta es una señora patera y muy bien conservada. Curiosamente, la parte de la obra muerta (lo que sobresale del barco por encima de la línea de flotación) está perfecta y no presenta daños aparentes. Sin embargo, la obra viva debe estar bastante dañada. Así lo atestiguan los restos de tablas rotas que se ven en el fondo. Lo cual no es de extrañar porque esa zona concreta de la playa tiene una balsa considerable de roca que sale a la luz cuando baja la marea.

En días claros, cuando apenas hay bruma en el Estrecho de Gibraltar, se puede ver perfectamente desde este mismo lugar las luces de Tánger

El destino quiso que la proa del barco no mirara a España, sino que en el último minuto debió girarse sobre sí misma y está orientada al lugar desde donde principió su singladura. En días claros, cuando apenas hay bruma en el Estrecho de Gibraltar, se puede ver perfectamente desde este mismo lugar las luces de Tánger por la noche y la silueta del Cabo Espartel en Marruecos y su parque natural. Es también casualidad que el costado de babor de esta embarcación de la inmigración ilegal, que probablemente llevara a aventureros para una vida mejor arriesgando incluso las suyas propias, mirara a los chalés más lujosos de la playa, los que se encuentran en Cabo Plata y sirven de división entre el litoral de Atlanterra y el de Los Alemanes. Cualquiera de estos «casoplones», con terrazas cristalinas de vistas a las puestas de sol rojo-naranjas espectaculares y piscinas infinitas , superan con creces los tres millones de euros. No son el mejor referente para los que han cruzado ese muro de agua que tantas muertes contabiliza por la llamada de muchas falsas esperanzas. La vida es un don de incalculable valor. Creas en el Dios de los cristianos, los musulmanes o en ninguno de los dos.

La patera con los chalés de lujo al fondo R. Maestre
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