Mascarillas en Interiores

«Lo más sensato es no usar mascarilla pero la llevaré por respeto a mis clientes»

El primer día sin mascarillas en interiores arranca con división de opiniones entre los gaditanos

Primer día sin mascarillas en Cádiz.

Esther Macías

El ecuador de esta semana comienza con una noticia hecha ya realidad: el decreto 286/2022 pone fin al uso obligatorio de las mascarillas en interiores. Pareciera que la normalidad vuelve a protagonizar nuestras rutinas. Regresan cosas tan sencillas como una sonrisa de agradecimiento que ese maldito virus decidió ocultar durante dos años. Decían que ibamos a salir mejores -no se tiene muy claro- pero lo que sí podemos saber a ciencia cierta es que las miradas han comunicado más de lo que pensábamos.

Hemos deseado este momento como agua de mayo (cuidado con desear muy fuerte, que a veces ocurre), pero el ser humano es complicado de base y justo cuando llega lo que tanto hemos querido, echamos el freno de mano. Al final a todo se le coge el gusto, incluso cariño. ¡Cuánto nos cuesta el desapego!

Son las nueve de la mañana y grupos de niños acompañados entran en los colegios. La gran mayoría llevan sus mascarillas. Los centros escolares todavía se mantienen al margen con respecto al tema, pues quieren esperar el críterio de la Junta. Aunque algunos ya están enviando circulares a padres y tutores para dar pautas e información sobre ello.

En esta misma línea, Carmen , maestra del Instituto Rafael Alberti, decide llevarla puesta «porque trabajo en un sitio con muchos alumnos y no me quiero exponer tantas veces al virus. Además estoy rodeada de personas mayores y enfermas, por lo que no quiero exponerlos más». Sin embargo, María, maestra de una guardería gaditana, agradece este momento porque considera que el trabajo va a ser más fácil. «Me llevo muchas horas con bebés, el esfuerzo es mayor y tenemos que convivir con esto», ha explicado María.

Nos dirigimos al Mercado Central de Abastos y el cartel de obligado cumplimiento de las mascarillas ya no está. Ismael, con su puesto de frutas y verduras, sigue saludando a través de la mirada. «Después de dos años, lo más sensato es quitársela pero por ahora me la voy a dejar puesta por respeto a mis clientes», explica. La solidaridad de la buena no nos abandonará. Eso sí.

El Mercado, como siempre, luce gran movimiento de personas disfrutando de los rincones gastronómicos de nuestra tierra. Pero lo hacen protegidos. ¿Será que el vértigo sigue estando entre nosotros?

No es cuestión de edad, porque Alicia , alumna de la Universidad de Cádiz ha decidido zanjar el curso con la mascarilla puesta en todas las clases. «Es cierto que no tiene mucho sentido que vaya a un festival de música con el triple de gente y que en clase decida llevarla, pero les debo un respeto a mis compañeros y profesores», señala. El respeto sigue su curso.

Será la extrañeza o el pudor lo que impide mostrar la cara al completo. Entramos en la Biblioteca Provincial de Cádiz y nos encontramos la mayoría de los rostros tapados hasta la nariz ojeando libros y apuntes. Sin embargo, Lola, la bibliotecaria, ha decido volver a la normalidad de 2020 y ha indicado que «pese a que tenía muchas ganas de este momento, cuando estoy rodeada de aglomeración, tengo claro que la voy a llevar puesta».

Los desmascarillados son pocos pero llegamos a un lugar que, sin duda, ha estado silenciado durante todo este largo tiempo. Los gimnasios. Sin dudas, entrar en un gimnasio este 20 de abril de 2022 ha sido lo más cercano a los lúcidos años anteriores. Juanma, amante del deporte, entra en la zona deportiva pletórico, porque como ha señalado «hacer deporte con mascarillas termina siendo contraproducente». Pese a que la gran mayoría se ha liberado, algunos quieren sentirte protegidos en cualquier momento.

En el transporte público sigue siendo obligatorio el uso de la mascarilla. Así que en el autobús se continúa apreciando los ojos achinados al reírse ¡y los cansados!. Habrá que esperar para vernos las caras. Eso sí, Juan y Alberto, taxistas gaditanos, no están de acuerdo y transmiten su enfado con la decisión. «Habría que darle una vuelta, porque en un taxi no hay aglomeración y no tiene mucho sentido», señala uno de ellos. Aunque la decisión aún está turbia.

A Irene, dependienta del Primark, le dan la libertad de hacer lo que mejor le convenga. Pero ella lo tiene claro: «me la quitaré mientras el establecimiento esté más o menos vacío, pero seguiré poniéndomela hasta que la situación sea estable del todo».

Al final de la mañana, nos asomamos a un bar que se encuentra en el corazón de la ciudad y hablamos con Alfonso, un hostelero que deseaba y esperaba este momento con decisión. Una sonrisa de oreja a oreja, celebra este día sirviendo una cerveza bien fría al cliente y añade con desparpajo: «¡Por fin, chiquillo!».

Este bicho que nos visitó hace ya algo más de dos años nos ha tocado pero de verdad. Se ha trabajado a sol y a sombra para salvar vidas y todos los pasos que damos hacia adelante son necesarios. Pero entendamos que no todos calzamos el mismo número, y que cada cual avanza a su forma, con su intensidad.

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