Gabriel Cruz
Las Hortichuelas llora a su «pescaíto»
Unas 12.000 personas se concentraron en Almería en memoria del pequeño asesinado
«Justicia para Gabriel» y «asesina, asesina». Fueron los gritos que A. J. Q. escuchó desde primeras horas de la tarde durante su estancia en los calabozos de la Comandancia de Almería. Partían de las decenas de personas que, de forma espontánea, se fueron concentrando en las inmediaciones de la glorieta Manuel Fraga Iribarne.
« Pedimos mucha justicia . No conocemos a la familia, estamos estudiando en Almería y venimos para dar nuestro apoyo, como ya hicimos el viernes», reconocía una joven visiblemente afectada frente a las puertas del edificio de la Guardia Civil.
El momento más doloroso se registró cuando a las 17.05 horas se levantaba la barrera de control para dejar salir al coche fúnebre con los restos del niño camino al Instituto de Medicina Legal de Almería, donde se le practicará la autopsia.
Era la antesala de la multitudinaria concentración en señal de repulsa que se arrancó a las 19.00 horas en la Puerta de Purchena con cinco minutos de silencio sepulcral. Tras ellos las muestras de rabia y tristeza fueron una constante, en el mismo escenario en el que al mediodía del viernes los padres del pequeño suplicaban clemencia a quien tuviera a su hijo, sin sospechar ni un ápice de que el enemigo estaba en casa.
En efecto, como comentó el periodista Manel Vilaseró, amigo de Ángel Cruz, el padre de Gabriel, éste «sin saberlo, de forma inconsciente ha metido a un monstruo en su familia ». Un demonio vestido con piel de cordero, porque, como advirtió este vecino de Las Hortichuelas, «Ana era bastante apreciada en el entorno».
En el momento de conocerse el fatal desenlace la noticio corrió como la pólvora en el centro de mando, que se había habilitado en la biblioteca de Las Negras. La frustración provocó que muchos voluntarios y especialistas rompieran a llorar. Les había sobrevenido un auténtico jarro de agua fría en un día que había amanecido con sol y en el que tenían la firme esperanza de encontrar con vida al niño .
«Ha caído como un hachazo. Nos hemos venido abajo. Han sido trece días de búsqueda incesantes con ganas, ilusión y esperanza de encontrarlo con vida», reconoció Ángel González, director de emergencias 112 Almería , que sobre las 18.30 horas echaba la llave al puesto de mando, porque ya nadie quedaba; nada había que buscar ya. El bullicio de las últimas jornadas, en las que han pasado por la localidad más de 4.000 personas, se tornó en un repentino lamento silencioso.
González se mostró «sorprendido por la inmensa participación de voluntarios, a los que agradezco que se hayan volcado para formar los equipos de búsqueda y colaborar». Una búsqueda que calificó como de «inaudita» , porque «ha sobrepasado a las llevadas a cabo hasta ahora». Y que ha contado desde el primer minuto con una doble dificultad: «por desarrollarse en un terreno agreste, con pozos, balsas y simas y por el mal tiempo».
El mismo cerrojazo del centro de mando dieron los vecinos de Las Hortichuelas a las puertas de sus viviendas. Las poco más de 70 personas que residen en esta pedanía, donde se encontraba Gabriel y el último lugar donde se le vio con vida, porque pasaba los días festivos del puente de Andalucía en casa de su abuela paterna, dieron un portazo.
Es como si la vida se hubiera paralizado en un núcleo poblacional en el que se conocen todos, donde no había secretos, hasta ahora , y donde unos entran y otros salen de la casa de cada cual, como si fuera la de uno mismo.
«Sospechamos que hay un cómplice»
Pero esa alegría ayer se volatilizó minutos después de las 13.00 horas, cuando se confirmaba el peor de los presagios . Y lo que es peor, las dudas han surgido donde no las había. « Sospechamos que hay un cómplice, porque Ana estaba en la casa cuando el niño desapareció» , manifestó uno de los pocos lugareños que se dejaron ver.
A partir de ahora se abre el momento del duelo, con tres días de luto oficial decretados por el Ayuntamiento de Níjar porque se ha perdido para siempre al «pescaíto», al que todos los vecinos consideraban la alegría del pueblo, el más joven de sus conciudadanos.
Un alma inocente, incapaz de hacer el mal a nadie, que soñaba con ser biólogo marino y al que alguien ha segado la vida de cuajo, acabando para siempre con sus expectativas y condenando al dolor perpetuo a una familia humilde.
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