Misterios de Andalucía: el fantasma del Teatro Cervantes de Almería
Un crimen sobre las tablas alimentó la leyenda -o realidad- de una presencia que se manifiesta a los trabajadores
En el Paseo de Almería encontramos una zona de ocio en el que destaca un conjunto de edificios en el que tienen especial relevancia el Círculo Mercantil e Industrial y el Teatro Cervantes .
Es en éste último donde nos vamos a detener, un edificio tradicionalmente encantado que encierra una evocadora historia de fantasmas . No deja de sorprenderme por la cantidad de hechos que se concurren y que le confieren un carácter excepcional.
Fue construido en el año del desastre, en 1898, con diseño del arquitecto Enrique López Lluch, aunque fue en 1921 cuando se produce su inauguración. Un año después llega a la ciudad la afamada compañía teatral Tudela-Monteagudo , con obras como la muy esperada «Santa Isabel de Ceres», que trataba sobre unas prostitutas que contaban, en su burdel, las aventuras y desventuras de unos hombres viciosos. La obra se centraba en un pintor que se enamora de una de las chicas «de vida alegre» e intenta sacarla de allí. Evidentemente en la España conservadora y católica se consideraba inmoral y se trató de boicotear, aunque ello sólo hizo incrementar el interés y el morbo por presenciarla.
En la promoción que se hizo se llegó a decir que en la representación se verían disparos que parecerían reales entre otras innovaciones sorprendentes en el escenario, y se fechó su estreno para la noche del 21 de enero de 1922.
En aquella compañía estaba la artista local Concepción Robles Pérez, que se trasladó a Madrid para perfeccionar sus dotes interpretativas y regresaba a su tierra natal. Conchita Robles era bella y de gran talento, un atractivo más de la obra.
Terrible plan
Pero también había un lado negativo. Carlos Verdugo era su marido y comandante de la caballería granadina de los Huésares de la Muerte , y había llegado a la capital para dar muerte a su esposa , motivado por unos celos que originaron unos rumores intensos que afirmaban que ella tenía un romance con uno de los actores. Para complicar aún más la situación, ella había solicitado la separación matrimonial .
Carlos Verdugo ya había maltratado en alguna ocasión a Conchita, y ella tenía miedo pues también había intentado matarla. Con esa preocupación se avisó a los empleados del teatro por si se le veía en las representaciones. Pero el marido logró colarse engañando a un portero , como si fuera un empresario teatral gaditano que quería contratar a Conchita.
Con esa excusa, y después de haber ingerido mucho alcohol, buscó acomodo en la zona más cercana a la salida de emergencia y esperó el inicio de «Santa Isabel de Ceres». En aquel teatro se dieron cita altas personalidades de Almería y su provincia.
En el escenario apareció Conchita Robles, que estaba magnífica. Carlos Verdugo se escondió tras el escenario para encontrarse con ella a su regreso a los camerinos para la segunda escena. Llevaba una pistola y apuntó a su esposa. Ella, presa del pánico, buscó refugio tras el encargado de la cartelería de la obra, Manuel Aguilar , de 16 años, creyendo que así no dispararía. Pero el comandante sí que disparó, impactando en su pecho. Conchita buscó en su huida el escenario, cubierta de sangre, y se derrumbó en el centro. Estaba herida de muerte. El público, encantado, pensó que era parte de la obra, que aquello era una de las sorpresas anunciadas y «de gran realismo». Pero Manuel salió tras el telón manchado de sangre y gritando «¡los disparos son de verdad!» .
El pánico se apoderó de los asistentes, que trataban de huir mientras un médico, José Gómez Campana , accedía al escenario. Con ayuda del director del diario almeriense «El Faro» , Sixto Espinosa , trataron de reanimar a Conchita, que agonizaba allí mismo.
Carlos Verdugo colocó su pistola en la cabeza buscando una salida rápida, un suicidio , pero sólo perdió el ojo derecho. Debió temblarle el pulso finalmente. Se le apresó y llevó al hospital para posteriormente ser condenado a dos cadenas perpetuas . Años después escribió sobre las razones de aquel terrible asesinato y su obsesión por matar a la que fue su esposa y destacada actriz.
El joven encargado de cartelería, Manuel Aguilar, murió seis horas más tarde en el Hospital Provincial abrazado a una cruz.
El fantasma del teatro
Al entierro acudieron más de 15.000 personas que aún no podían creer lo sucedido, como pocos podrían creer lo que iba a suceder en el magnífico Teatro Cervantes. El investigador Alberto Cerezuela lo narra así: «Un operador de cine, Jesús, se encontraba afeitándose en uno de los cuartos de baño (situado a escasos metros del lugar donde cayó muerta Conchita), cuando vio claramente cómo una mujer con un pañuelo en la cabeza se reflejaba en el espejo. Esa prenda volvería a cobrar protagonismo semanas después cuando el propio Jesús, sentado en el gallinero esperando la hora de proyectar la película, pudo ver en una fila de butacas la silueta de una mujer también ataviada con dicho pañuelo. Cuando bajó a preguntar al conserje si éste había dejado entrar a alguien antes de tiempo, la respuesta fue negativa. Jesús volvió sobre sus pasos y allí ya no había nadie . No sería la última vez que se toparía con la enigmática figura, pues la tuvo situada en el asiento trasero al suyo mientras disfrutaba de una sesión de cine en el mismo lugar. «¡Hasta en una ocasión tuvo el valor, junto con otro compañero, de perseguirla por la zona del proscenio! Pero la mujer se desvaneció en el aire después de haber sido vista por tres operarios del cine».
Marcelo era un brasileño que vivió muy de cerca esos mismos fenómenos extraños. Le desaparecían las herramientas, se abrían y cerraban las puertas y hasta vio cómo el cuadro de sonido se abalanzaba sobre él. Se fue del lugar negándose a trabajar más allí.
Manuel Tripiana es otro de los trabajadores que vivió sus manifestaciones en el Teatro Cervantes. Pudo escuchar susurros, pasos en el piso superior, luces que funcionaban inteligentemente sin que nadie actuara sobre ellas… Incluso, una noche, pidió una señal si había alguien allí y obtuvo como respuesta el movimiento circular de una silla que colgaba de una de las cuerdas situadas entre bambalinas.
Se llegó incluso a ver a una mujer con un pañuelo en la cabeza, como se caracterizaban las actrices en la obra «Santa Isabel de Ceres».
También, en época reciente, Antonio Asencio , propietario del teatro, vio como caía un buen número de carteles. No le dio importancia hasta que tuvo conocimiento de que Manuel Aguilar, también asesinado, era la persona encargada de los programas de mano y los carteles.
No finalizan ahí los hechos misteriosos ya que trabajadores como Pepe González vieron en el teatro a un hombre al que le faltaba un brazo y la parte inferior del cuerpo. Por su forma de vestir, elegante, lo identifica con Manuel Orozco, antiguo propietario del Teatro Cervantes.
Otros hecho luctuoso fue el suicidio de un tramoyista en los años 40, que se colgó de una de las cuerdas del escenario. Además, el edificio se construyó sobre lo que antaño fue un cementerio árabe.
Dicen que el fantasma de Conchita deambula por el edificio, y no sería de extrañar si tenemos en cuenta su trágica muerte.
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