PERFIL

Susana Díaz: Una «fontanera» con intuición

Ha demostrado ser una gran estratega en la cocina del partido, pero debe probar aún su eficacia en la gestión gubernamental

Susana Díaz: Una «fontanera» con intuición RAUL DOBLADO

FRANCISCO ROBLES

¿Quién es la verdadera Susana? ¿La mujer de Estado que ha convencido a la prensa madrileña con sus apariciones en el Ritz o en el Palace con un discurso moderado y ajustado a la demanda de lo que reclamaba la militancia tras el desbarajuste ideológico de Rodríguez Zapatero o la fontanera del partido que ha ido ascendiendo manejando con destreza el estilite político en la trastienda de la organización socialista? Porque Susana no es nueva en esta plaza de la política . Su habilidad para jugar con la candidez del ignorante –lo mima y le da aparente cariño– contrasta con la contundencia que muestra con quien le lleva la contraria.

Hasta hace un año y medio, Susana Díaz siempre había estado en esa segunda fila del aparato del partido, ajustando los resortes de la fontanería, algo que ha dejado huella en el subconsciente de la hija del fontanero.Siempre se define así. La hija del fontanero. Incluso la ahijada, porque su padrino también lo fue. Su labor entre las bambalinas orgánicas había sido notablemente más eficaz que su labor política , que incluye varios proyectos inconclusos. Cuando se estrenó como concejal en el Ayuntamiento de Sevilla allá por el año 1999, con veinticinco añitos de edad, invirtió aquel cuatrienio en proyectar un botellódromo para que los jóvenes pudieran divertirse sin problema. Al final no lo hizo. Y desde entonces su carrera se define, más que por los hechos, por la acumulación de intrigas partidistas.

Tardó diez años en estudiar la carrera de Derecho , una década en la que estuvo más pendiente de las porfías de partido que de los libros. En el partido lo ha sido casi todo. Cuando era secretaria provincial del PSOE sevillano, utilizaba un coche oficial de la Diputación para el trabajo del partido. Lejos de plantearse la posibilidad del error, demostró su carácter saliéndose por la tangente con un argumento muy particular: si el coche se le asigna al partido, el partido hará con el vehículo lo que crea más conveniente. Y punto. Susana Díaz ha sido concejal, diputada y senadora, consejera de Presidencia con el imputado en el caso de los ERE José Antonio Griñán , que la nombró sucesora a dedo. Se escenificaron unas primarias para revestir el dedazo que al final ni se celebraron, ya que Díaz logró la designación por aclamación. Desde entonces ha ido tejiendo una estrategia en ocasiones contradictoria para dar el salto a la política nacional.

Intentó asaltar la fortaleza de Ferraz, pero pretendía hacerlo sin jugarse el pellejo en las primarias. Apostó por Pedro Sánchez para eliminar a Madina , pero el elegido le salió respondón. Adelantó las elecciones andaluzas aduciendo un presunto incumplimiento del pacto con IU. Otra vez, la línea más corta entre dos puntos ha sido para ella la sinuosa. Y en esas cuestiones es un animal político en el sentido maquiavélico del término.

Adelantó las elecciones para darse el baño de esa legitimidad que le faltaba, ya que hasta ahora no se había presentado a unos comicios. Asistida por un nutrido equipo de asesores tomó la decisión para coger a todos con el pie cambiado, pese al riesgo que supone la paralización de Andalucía durante un año por la sucesión de elecciones : nada bueno para una comunidad que, con un 34% largo de desempleo y una corrupción que ha rebasado todos los límites imaginables, necesita cuanto antes una acción de gobierno decidida de la que no ha hecho gala el Ejecutivo de PSOE e IU que ha dirigido la comunidad durante los últimos tres años.

La militancia izquierdista de Susana Díaz –se definió como «roja y honrada» en una de sus primeras entrevistas televisivas tras ser presidenta– no le exime de concesiones a la honda religiosidad popular andaluza. En su juventud fue catequista antes que socialista, y se casó vestida de blanco por la iglesia ante la Esperanza de Triana. Esta identificación con el perfil mayoritario del andaluz y su conexión con la gente llana ha sido su principal argumento electoral. En los carteles aparecía sin el puño y la rosa del PSOE, y bajo el hashtag de #YoConSusana.

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