Así es el socio que no quiere Susana Díaz en el Gobierno andaluz

Si alguna virtud ha tenido para Izquierda Unida de Andalucía el órdago electoral lanzado por la presidenta de la Junta, Susana Díaz, es que ha puesto de acuerdo en su contra a una formación acostumbrada a los enfrentamientos soterrados entre el Partido Comunista de Andalucía y las corrientes más rebeldes con el aparato, como la CUT de Juan Manuel Sánchez Gordillo (con un pie en Podemos) o Izquierda Abierta. El redoble de tambores ha provocado una desconocida unidad.

Hasta que estalló la crisis, Susana Díaz mantenía una interlocución fluida con su vicepresidente, Diego Valderas, el excoordinador regional de IU, encargado de apagar los fuegos internos como la reciente crisis desatada con el realojamiento de okupas de la Corrala Utopía, en Sevilla, que llevó a Díaz a retirarle las competencias a Elena Cortés como consejera de Vivienda y a devolvérsela pocas horas después.

Cortés fue la ideóloga del plan para expropiar temporalmente a los bancos las viviendas vacías, recurrido por el Gobierno central. Está alineada con el núcleo duro del PCE. Valderas, que dirigía la coalición cuando se firmó el acuerdo de gobierno en 2012, ha perdido capacidad de influencia.

En junio de 2013 lo relevó como coordinador Antonio Maíllo, militante comunista, licenciado y profesor de Lenguas Clásicas. Maíllo, con nula sintonía con Díaz, abrió la puerta a la celebración de un referéndum para consultar a los militantes en junio la continuidad de IU en el Gobierno. La presidenta esgrime esta consulta para convocar un año antes los comicios.