«Si rechazas lo que te ofrece el SAS, te deja de llamar»

Hasta hace pocos años, la de enfermera parecía una apuesta segura. Con mayor o menor estabilidad, trabajar en la sanidad pública no representaba una utopía. Era cuestión de tiempo y constancia. Pero la crisis ha difuminado esa certeza. María, enfermera sevillana de 38 años, lleva desde 2009 viendo cómo su vida laboral queda en suspenso durante meses.

En lo que va de año, esta licenciada ha estado trabajando sólo tres meses cubriendo las vacaciones de verano. Los tres años que estuvo empleada en Menorca le han proporcionado una alta puntuación en la bolsa. Tuvo un contrato al 75% de la jornada, pero intentaron regatearle el tiempo: «La supervisora quería que trabajara al cien por cien pero pagándome menos».

Está acostumbrada a encadenar contratos. No le queda otra. Pero a veces se le hace muy cuesta arriba. María -que no se llama así, pero oculta su nombre real por temor a que dejen de llamarla- relata que la pasada Nochebuena contactaron con ella a las 15.00 horas para que se incorporara siete horas después a una unidad de cuidados críticos... a 200 kilómetros de su casa.

«Tenía que ir sí o sí. Si lo rechazas, te dejan de llamar durante tres días, antes te penalizaban un mes», aclara. Asegura que podría escribir un libro con las triquiñuelas con que se ha topado en su vida laboral. «Me contrataron 8 y 12 días por separado para no pagarme los días de descanso», añade. «En otra ocasión me obligaron a trabajar por turnos ahorrándose el plus de turnicidad. Me quejé, pero al final tuve que aguantarme y se acabó», protesta.