Actualidad
La memoria cálida de ABC
Santiago Castelo en su despacho
Santiago Castelo era el verdadero Archivo de ABC. Cuentan las leyendas de la Redacción que se había leído la colección completa de ABC y Blanco y Negro. Yo mismo le lleve muchos de esos tomos encuadernados en verde. Castelo los abría con cuidado, se quitaba las gafas y se acercaba a sus páginas con la reverencia que siempre sintió por la Casa en la que trabajó toda su vida. Recuerdo cierta ocasión en que pidió un artículo de Gerardo Diego sobre un poema de su admiradísima Dulce María Loynaz. «Una Tercera, pero de aquellas raras en las que había dos artículos. El otro era de Luis Calvo. En otoño de 1947, creo». Se publicó el 11 de noviembre de 1947, con otro artículo de Luis Calvo. Sobraba el creo, naturalmente.
Pero era el verdadero Archivo de ABC porque no solo atesoraba datos, cifras, fotografías, anécdotas -¡Cientos de ellas, deliciosas!- sino que le ponía a todo ello carne e ilusión. Era un enamorado del periodismo, amaba ABC con todas sus fuerzas y veneraba a la familia Luca de Tena, a las tres generaciones con las que trabajó. De vez en cuando había que acercarse a su despacho. Siempre tenía un rato para escuchar. ¡Querido!....recibía al visitante, que salía con la dosis de «abceína», el orgullo de pertenecer al periódico más importante de la historia de España, que Castelo despachaba como nadie.
Su primer artículo en ABC, «Siete espigas bajo el sol» se publicó el 26 de agosto de 1970 y estaba dedicado a su pueblo, Granja de Torrehermosa. Todavía no había terminado sus estudios en la Escuela Oficial de Periodismo, pero ya hacía prácticas en «su» ABC. En cuanto terminó, en 1972, consiguió un contrato de redactor. El último artículo, «Una lección de grandeza histórica», se publicó el 3 de junio de 2014, con motivo de la abdicación del Rey Don Juan Carlos. En estos dos artículos, primero y último, están Extremadura –en especial Granja de Torrehermosa-, el periodismo –en especial ABC-, la Monarquía y hasta la poesía que destila el primero, cuatro pilares en su vida. Se nos ha ido un gran hombre, un periodista de la vieja escuela: un señor en el más amplio sentido de la palabra, uno de los hombres más cultos y entregados a la profesión periodística que hemos conocido. Ya echamos de menos su vozarrón, sus buenos modales, su bonhomía, su enorme cultura, su sabiduría, su cariño. ¡Cuánto te echamos de menos, Castelo! ¡Cuánto dolor!