El día 28 de Diciembre la Iglesia Católica conmemora el asesinato de los varones de menos de dos años de Belén (Los Santos Inocentes) por orden del rey Herodes, intentando con ello acabar con el Mesías. El origen de celebrarlo con bromas es confuso. Lo más probable es que su origen se encuentre en la Edad Media. Existía en muchos lugares del centro de Europa la tradición de elegir a un niño, el «obispillo», entre los miembros de los coros de las catedrales, con un mandato que llegaba hasta el día de los Santos Inocentes.
Todo ello se enmarcaba en las fiestas que, herederas de las Saturnales romanas –del 17 de diciembre-, se celebraban con la idea de subvertir el orden social durante unos días. Sobre todo entre el día de Navidad y Año Nuevo, las conmemoraciones, como «la fiesta de los locos» o la «fiesta del asno» se proponían mofarse de las autoridades durante unos días. En el siglo XV se prohibió, aunque se había arraigado tanto que se convirtió en una celebración de los Santos Inocentes. En España comenzó bajo el reinado de Felipe II y se exportó a América, dónde se sigue celebrando. En los países anglosajones se celebra algo similar el 1 de abril, el «April fools' day».
En la prensa es una costumbre que viene muy de lejos. ABC lo celebró por primera vez un 28 de diciembre de 1905, cuando publicó una noticia, acompañada de una fotografía, en la que se anunciaba la destrucción del Viaducto de la calle de Segovia de Madrid. Un fotomontaje, que hoy nos puede resultar algo ingenuo pero que por aquél entonces fue el «no va más» hizo que muchos lo creyeran. El autor del trucaje fue el dibujante Medina Vera, y aunque la copia que nos ha llegado no es de mucha calidad, sí que es un testimonio interesante.
Hoy no es tan habitual la celebración. Tal vez porque estemos perdiendo el humor, porque sería mucho más difícil encontrar la verdadera inocentada en la prensa o porque las tradiciones, igual que vienen, se van. Pero es una perdida que a algunos nos produce una cierta melancolía, la de unos tiempos en los éramos capaces por unas horas de reírnos con la inocencia de un niño.