A la niña de la eterna sonrisa
Estas palabra brotan desde el recuerdo permanente a las personas que no nos pueden regalar ya su presencia, pero que su recuerdo es cada día más fuerte, una huella imborrable de un pasado nunca olvidado. En la ciudad de Toledo había una personita que cada día obsequiaba con una sonrisa a todas aquellas personas que iba encontrando a su paso. Ella era generosa, amable, siempre dispuesta y buena vecina.
Nines era una de esas personas que siempre se hacían notar, tanto en pequeños círculos, en las reuniones del día a día, como en otras celebraciones. Nunca pasaba desapercibida. Ha dejado un recuerdo que solamente algunos son capaces de mantener: una impronta y naturalidad que gana el afecto de la gente.
Subir cada día al casco, saludar a sus compañeros de viaje de autobús, con la compañía de nuestra querida Eli, hacer las compras en su carnicero, su pescadero, su frutero, visitar a la Virgen del Sagrario en la catedral, rezar por todos, saludar a sus vecinos de la calle Martín Gamero: a Chon, a Rocío, a Valen, a Oscar etc., y abrir su negocio con todo orgullo. Ese era el día a día de una toledana que quería abrirse camino en estos complicados momentos de crisis, pero ante esas dificultades, siempre mostraba una amplia y generosa sonrisa a todas sus clientas, vecinos, viandantes, poniéndole ganas e ilusión.
Después de vivir muchos años fuera de Toledo , a su vuelta fue capaz de ganarse el cariño de los toledanos, ciudad que ella amaba por encima de todo, pues en la distancia siempre llevaba a gala el ser natural de esta ciudad que añoraba.
Y tenía una eterna preocupación por todos los suyos, sus hijos, su marido y sus padres, hermanos y sobrinos porque la familia era un pilar fundamental de una persona única, irrepetible y ejemplar.
Nines: Dios te llevó a su lado la víspera de Reyes de la pasada Navidad, de pronto, sin avisar, para ocupar un lugar elegido en el cielo ¡Y cómo no, te fuiste sonriendo! Te recordamos cada día con alegría y siempre cerca de nosotros.