José Francisco Serrano Oceja

Iglesia y política en España

La libertad de la Iglesia pasa por evitar ser instrumentalizada

José Francisco Serrano Oceja

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Detrás de la pluralidad de voces episcopales sobre lo que está pasando en Cataluña, laten no pocos dilemas aún no resueltos. Vivimos en una época en la que la relación entre Iglesia y política no es pacífica. Como dice el Concilio Vaticano II, la misión propia de la Iglesia no es de orden político, económico o social, sino religiosa. Pero esto no quiere decir que la Iglesia deba renunciar a su propuesta, para todas la sociedad, basada en la pretensión de verdad y a su contribución en la lucha por la justicia y por la libertad con una argumentación racional según las exigencias del bien de las personas.

Por desgracia, cuando los obispos hablan, demasiadas veces se percibe su mensaje dentro del marco mental de la política de partidos. Este riesgo, que debe ser tenido en cuenta, no debe condicionar ni la oportunidad ni el contenido del mensaje. La libertad de la Iglesia pasa por evitar ser instrumentalizada. Si en tiempos no muy lejanos, algunas lecturas interesadas acusaban a los obispos de reforzar el flanco de la derecha, ahora parece que prima la imagen de una fluidez de relaciones con la izquierda y los nacionalistas. Perspectivas equivocadas ambas. En épocas no muy lejanas, para la Iglesia, primaba el juicio moral ante fenómenos sociales o antropológicos. Ahora, en determinadas intervenciones episcopales, pesa más la propuesta pastoral y su lenguaje permeable. Consideran que es más adecuada, para el espacio público, la orientación de la acción eclesial que el discernimiento moral. Priman las «soluciones pastorales» sobre la universalidad de la racionalidad moral.

Convendría no olvidar lo que escribiera el cardenal Martini en un famoso artículo sobre «Iglesia y comunidad política»: «Es este un tiempo en el que es preciso ayudar a discernir la claridad moral intrínseca no solo de cada una de las opciones políticas, sino también del modo general de efectuarlas y de la concepción de la acción política que implican. No está en juego la libertad de la Iglesia, sino la libertad del hombre; no está en juego el futuro de la Iglesia, sino el futuro de la democracia».

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