«¿De dónde viene...?»

El invento del hombre con el que domesticó el fuego

Aunque la calefacción ha colonizado el mercado actual, hubo un tiempo donde la estufa era un elemento imprescindible para hacer frente a la temporada invernal

El invento del hombre con el que domesticó el fuego josé ramón ladra

A. S. M.

Aunque recién empieza el verano, la volatilidad del tiempo es tal que en menos de lo que canta un gallo el frío ya habrá aterrizado en nuestra vida diaria. La ropa de abrigo, hoy aparcada en el armario, se convertirá en tu mejor aliado... siempre y cuando no te encuentres al resguardo de la comodidad del hogar. Ahí dentro, y aunque la calefacción ha colonizado el mercado actual, hubo un tiempo donde la estufa era un elemento imprescindible para hacer frente a la temporada invernal. Incluso si no dispones de ella, siempre podrás recurrir al clásico «fabríquelo usted mismo» . Solo hacen falta ocho velas, una bandeja de metal, un mechero y dos macetas para mantener una habitación caldeada y acabar con las facturas desorbitadas. Pero vayamos por partes, siga leyendo, entérese del origen de este aparato y llévese de regalo las instrucciones para montar en cómodos plazos una sencilla estufa «low cost».

Puede parecer un anuncio, pero no lo es. Simplemente es un ejemplo de la búsqueda incesante del ser humano por lograr calentarse. Pancracio Celdrán señala en «El Gran Libro de la Historia de las Cosas» (La esfera de los libros, 1995), que ya en el primer siglo de nuestra Era existía un mecanismo que acometía la función que nos atañe. «En la Roma clásica contaban con un sofisticado sistema de calefacción. El filósofo hispanoromano Séneca habla de «'estufas de aire caliente'». No obstante, los primeros que parecen beneficiarse del invento dentro de las casas iban a ser los chinos . «Construyeron hornos en los sótanos de las viviendas, donde se calentaba el agua que luego era conducida por medio de cañerías empotradas en las paredes, por donde irradiaba el calor a los recintos».

En el siglo XVIII el escocés James Watt conseguiría una evolución sustancial al inventar la primer estufa de vapor. Sin embargo no sería hasta 1744 cuando el calor llegó a todos los rincones de la vivienda. «Ese año el polifacético inventor norteamericano, Benjamin Franklin , puso en práctica todos sus conocimientos al respecto, entre ellos los utilizados ya en 1624 por el francés Luis Savot, diseñador de un fogón en el que se hacía pasar el aire por un conducto situado por debajo del fuego, a fin de que una vez calentado penetrara en las habitaciones a través de rejillas situadas en las repisas de las chimeneas», explica Celdrán.

«En 1892 se patentó la primera estufa eléctrica»

Más de 100 años después llegaría el turno de la estufa eléctrica . Un avance que no terminaría entonces de arrancar debido a un hándicap del que se hace eco el autor en su obra. «En 1892 se patentó el primer radiador de esta naturaleza: un alambre enrollado sobre una placa de hierro colado, protegiéndose la totalidad del conjunto con un esmalte. El alambre conductor de la corriente quedaba ubicado en el centro de una pantalla parabólica que distribuía el calor en haz. No obstante, todo resultaba inútil porque en las casas todavía no existía enlace o conexión con la red: no había enchufes».

Aparición del Nicrom

Un obstáculo salvado por Albert Marsh gracias a su descubrimiento del Nicrom a principios del siglo XX: «Una aleación de níquel y cromo que se ponía al rojo vivo sin fundirse». Es en este momento cuando «el calefactor eléctrico comenzó a significar una auténtica solución al problema de los terribles fríos que se pasaban en los inviernos crudísimos del hemisferio Norte». Un lustro después, Celdrán no se olvida del inglés C. R. Belling , propulsor con sus inventos de la primera estufa eléctrica portátil de uso doméstico: «la arcilla refractaria a cuyo alrededor podía enroscarse un alambre de aleación de níquel y cromo».

De aquella parte hasta hoy vendrían los avances con el gas y otras sustancias generadoras de calor. Pero esa es otra historia digna de un capítulo aparte. Y aunque después de estas lineas haya quedado claro que esta pieza no se trata de un anuncio, lo prometido es deuda:

En apenas dos minutos y medio fabrica la estufa más barata del mercado. El mecanismo es sencillo: se colocan las ocho velas encendidas en el interior de una bandeja de metal, se cubren con una maceta cerámica pequeña tapando previamente el agujero del fondo. A continuación esa maceta pequeña se cubre con otra grande dejando abierto, ahora sí, el orificio del fondo.

El invento del hombre con el que domesticó el fuego

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