Lord Gort, al frente de la BEF, resultó incapaz de medirse con el ejército alemán
Sin embargo, demostraría su valía en la defensa de Malta
Lord/Gort/Jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF)/Londres, 10 de junio de 1886-Londres, 31 de marzo de 1946
Mariscal de campo, múltiplemente condecorado por su actuación en la guerra, John Vereker, Lord Gort, está íntimamente ligado a dos acontecimientos capitales de la Segunda Guerra Mundial, las batallas de Dunquerke y Malta. Veterano de la Primera Guerra Mundial, durante el periodo de entreguerras había tenido varios destinos, de los que el más importante fue el de jefe de Estado Mayor Imperial. A principios de la guerra, fue designado como jefe del Cuerpo Expedicionario Británico (BEF), con el cual partió hacia el Continente. Nominalmente, la BEF era un poderoso ejército, totalmente motorizado e imbuido del espíritu de su mítica de la Gran Guerra. Pero la realidad era bien diferente: plantillas incompletas, mandos mediocres, tácticas anticuadas... La BEF en combate no demostró estar a la altura de lo requerido y, en mayo de 1940, no fue rival para el ejército alemán.
La secuencia de los primeros desastres para los aliados y los fracasos de los contraataques sobre los panzer, que se habían abierto camino a través de Francia tras forzar el paso del Mosa, convencieron a Lord Gort de la futilidad de la resistencia. Él mismo presionó al Gabinete de Guerra para que autorizase la retirada de la BEF hacia las playas y puertos del Canal de La Mancha para poder reembarcar el máximo posible de efectivos.
El milagro de Dunkerque permitió la evacuación de la mayor parte de la BEF y de un buen número de soldados franceses, si bien fue visto por el Estado Mayor francés poco menos que como una traición, y por el propio Winston Churchill como "la mayor derrota británica en siglos".
La actuación de Lord Gort al mando de la BEF, al igual que la de sus fuerzas, ha sido eclipsada por el hecho en sí del reembarque. Para unos, su mando fue todo lo bueno que permitieron las circunstancias y se le atribuye el mérito de, aun en la derrota, mantener la sangre fría y salvar la BEF del desastre total. Para otros, sin embargo, su mando fue mediocre y la colaboración con los aliados franceses escasa, favoreciendo con ello la catástrofe de mayo de 1940.
Posteriormente, y ya en el Reino Unido, desempeñó varias tareas administrativas hasta que fue destinado como gobernador a Gibraltar, tarea que desempeñó brevemente entre 1941 y 1942 para, acto seguido, ser destinado con el mismo cargo a la isla de Malta. Su actuación durante su gobierno fue excelente, aglutinó e inspiró la resistencia civil y militar en una isla fuertemente asediada y bombardeada sin descanso por la aviación alemana e italiana, sobre todo en el duro año de 1942. Su labor fue reconocida tanto por los habitantes de la isla como por el estamento militar y, en 1943, fue nombrado mariscal del Reino Unido, asistiendo a la rendición de Italia en el puerto de La Valeta, que tan duramente había sido castigado por la aviación del Eje.
Tras ocupar brevemente un mandato en Palestina, regresó al Reino Unido donde moriría poco después víctima de cáncer.
Archivo Fernández-Xesta.
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