Sanfermines 2016
Las peñas siguen siendo el rey de los Sanfermines
Quienes pertenecen a ellas son, quizás, los que más disfrutan de la fiesta. El acto central de cada día es la corrida en la que las peñas rara vez ven un toro
![A la plaza de toros, las peñas van a comer, a beber, a reir, a cantar y, alguna vez, a ver los toros](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2016/07/09/oberena-k0eH--620x349@abc.jpg)
Pamplona es el único lugar del mundo en el que hay miles de personas que durante una semana larga pagan encantadas por un espectáculo que, en realidad, no ven. Sucede en Sanfermines con las peñas. Cada tarde, un ejército variopinto que enarbola la bandera del buen rollo invade los tendidos de sol de la plaza de toros para comer, beber, reir, cantar, saltar y mil cosas más (muchas de ellas inconfesables a la opinión pública).
Solo si da la casualidad de que el ambiente está tranquilo, que no suele, entonces sí, se echa un vistazo al ruedo para ver cómo el torero de turno se desempeña con el toro. Sin embargo, lo habitual «es que nos enteremos de lo que ha pasado en la corrida leyendo el periódico al día siguiente» , dice un peñista.
ABC acompaña a la peña Oberena y comprueba que en el sol rara vez se ven los toros. Ya al subir las escaleras y aparecer por los tendidos, lo normal es que te dé la bienvenida un tipo (o dos, o tres), vestido con delantal y quizás hasta con gafas de bucear, que te apunta al pecho con su pistola gigante y te empapa de... se quiere pensar que es agua. Aquello es una declaración de intenciones de lo que se te viene encima.
Lo normal es que antes de que llegues a tu localidad, otro tipo (o dos, o tres) te ponga en la mano una cerveza, un calimocho o lo que sea que tenga alcohol y te sonría. Y que cuando salgan los alguaciles al ruedo se entone el himno de Navarra con el mismo sentimiento que los franceses cantan «La Marsellesa» . Con el primer toro, se vocifera «No hay tregua», de Barricada, y llevan razón: la guerra hace tiempo que se desató. Para entonces lo raro es que solo llueva agua; los gusanitos son otra buena arma arrojadiza.
En el segundo toro suenan los temas estrella de las peñas: «El Rey» , la famosa ranchera de Vicente Fernández, y «La chica Ye-Ye» , con las que Concha Velasco alteró el pulso de una generación de españoles. En el tercer toro, Ruth González, la presidenta de Oberena, está de espaldas al ruedo pero asegura que si Alberto Aguilar mata a la primera, le dan la oreja.
- ¿Y cómo lo sabes si no lo estás viendo?, se le pregunta.
- Ha tocado «La Pamplonesa» (la banda municipal), responde.
Lo cual, al parecer, es señal de que ha habido faena. Sin embargo, el torero pincha y se queda sin premio. A la muerte de este toro, empieza la merienda y la lidia del cuarto de la tarde será el único momento de silencio. Como un buzón, las peñas comen de todo. Hay quien se ha llevado carrillada, otros albóndigas, lentejas y hasta langostinos. En Oberena han llamado al Telepizza y un peñista baja las escaleras tapado por una docena de pizzas.
Con el buche lleno, las peñas vuelven a la carga. Se rumorea que al quinto toro Juan Bautista le ha cortado una oreja y, efectivamente, instantes después desfila triunfal con ella en la mano. Al pasar por los tendidos de sol, las peñas le lanzan hielo, bolsas de pelotazos y hasta una botella de tónica (vacía). Al arrastrarse al último toro, lo normal es que te hayas bebido ocho cervezas y dos gyntonis, hayas comido más que en muchas bodas y el blanco de tu ropa sea ahora de mil colores.
Como es lógico, después de tal faena de aliño, el cuerpo te pide saltar al ruedo y salir por la puerta grande junto con las otras peñas, igual que un torero que acaba de cortar las dos orejas y el rabo. Y tampoco es eso, pero al fin y al cabo has sobrevivido al Vietnam pamplonés. Con lo cual, la salida a hombros es más que merecida.
«La Veleta» y «El Tuli»
Cada día de Sanfermines, las peñas se organizan en torno a la corrida de toros. Un poco antes de que esta empiece, a eso de las cinco de la tarde, los socios se reúnen en la sede (casi todas están en la calle Jarauta) y desde allí atraviesan la Estafeta con el bullicio de la música hasta alcanzar el coso de la Misericordia. Al primerizo, lo que más le sorprenderá es la división de los tendidos en dos partes radicalmente opuestas. La sombra es la parte seria, señorial, bien atenta a lo que sucede en el ruedo, como el público del resto de las plazas del mundo. El sol, en cambio, es «la anarquía total» , según un peñista. Este periódico no encuentra una definición más precisa.
Después de la corrida, las peñas salen desfilando de la plaza por la puerta de cuadrillas o por la puerta grande, y danzan por las calles de Pamplona hasta la medianoche acompañados de la charanga. Quienes están en una peña son los que más intensamente viven los Sanfermines y, quizás, los que más los disfrutan.
Ellos han construido la idiosincrasia tan particular de esta fiesta tan universal. Por ejemplo, se dice que en los años treinta del siglo pasado, la peña La Veleta, ya desaparecida, empezó a vestir de blanco y rojo y, al final, acabó por imponer esta indumentaria a toda la ciudad. Otro ejemplo: un 10 de julio de los años cincuenta o sesenta (el autor no quiere aclararlo), Jesús Ilundain Zaragüeta «El Tuli», de la peña «Los de Bronce», se inventó el famoso «A San Fermín venimos...» que los mozos cantan antes de cada encierro. Este año, «El Tuli» fue elegido por votación popular para lanzar el chupinazo.
Jorge Casado, tesorero de la peña Oberena, define las peñas como «un grupo muy grande de amigos», del que formar parte es «una gozada». En total, son 16 y cada una de ellas tiene su local, su pancarta y su charanga, contratada ex profeso para que durante nueve días haga mucho ruido. La de Oberena es «Iraunkorrak», de Tolosa (Guipúzcoa), y lleva desde 1993 viniendo a Pamplona a gastos pagados. Rafa Mendibil, que a veces interpreta con su trompeta una versión sui generis del «Paquito Chocolatero» desde el balcón del hotel Europa y que es uno de los fundadores de esta charanga, no encuentra las palabras para definir los Sanfermines: «Es algo especial, un cinco estrellas... Hay que venir. Esto no es trabajo es devoción».
Las peñas suelen tener entre 200 y 300 socios (entre todas suman unos 5.000), más una sección «chiqui» con los hijos de los socios, que automáticamente pasan a formar parte cuando cumplen la mayoría de edad. Para formar parte, hay lista de espera. Las razones son la limitada capacidad de cada sede, que no se puede ensanchar como un chicle, y los abonos para los toros, que no hay para todos.
La financiación proviene de tres vías: subvención municipal, sobre todo por la animación callejera que generan; el dinero recaudado en las barras que cada peña instala en su sede durante los Sanfermines, y las cuotas que pagan los socios: unos 15 ó 20 euros al mes, más entre 150 y 200 euros si se quiere el abono taurino.
Las peñas no están politizadas de manera oficial y, de hecho, en ellas no se habla de politica, dice una fuente que prefiere no identificarse. La misma añade: «Aunque entre 5.000 peñistas hay gente de todo tipo, el monopolio del discurso lo tiene la izquierda abertzale». Pone un ejemplo: «Yo no podría aparecer con una camiseta de la selección española. Me mirarían mal. Sin embargo, el año que ganamos el Mundial fue curioso porque había mucha gente de fuera en la calle Jarauta con la camiseta de España, y nadie les dijo nada».
Fuera de Sanfermines
En la historia de los Sanfermines, solo dos sucesos políticos han interferido en la vida de las peñas. El primero ocurrió el 8 de julio, en plena Transición, cuando al acabar la corrida las peñas de sol desplegaron pancartas en el ruedo pidiendo «amnistía» para los presos. La policía lo aprovechó para entrar a la plaza y disparar sin miramientos. Los disturbios siguieron por las calles de Pamplona y un mozo, Germán Rodríguez, murió de un tiro en la cabeza. Aún hoy, cada 8 de julio se hace una ofrenda floral en el lugar en el que falleció y, depende del año, las peñas deciden salir en silencio de la plaza después de la corrida.
Sin embargo, hay muchos peñistas, dice la misma fuente, que ya no entienden el manido homenaje al ser una cosa «que pasó hace casi 40 años, cuando la mayoría ni siquiera habíamos nacido». El segundo suceso ocurrió en los Sanfermines de 1997 cuando, con las peñas en la plaza, se anunció la muerte del concejal del PP Miguel Ánge Blanco a manos de ETA . Aquel día se suspendió la corrida y también el encierro de la mañana siguiente.
Fuera de Sanfermines, las peñas funcionan como instituciones deportivas o sociedades gastronómicas: cuentan con cocina y comedor, que usan los socios a un precio mucho más ajustado que el de cualquier restaurante. También organizan diversas actividades durante todo el año. Oberena, por ejemplo, está celebrando este año su 75 aniversario. En abril organizaron un viaje a Sevilla y se apuntaron 83 personas. Visitaron la ganadería de Dolores Aguirre, contrataron una charanga y durante unas horas revolucionaron la ciudad hispalense vestidos con el atuendo sanferminero.
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