algámitas
El mago del mimbre y del esparto
A sus 82 años, José Marín, que empezó en esto por casualidad, enseña a ABC su taller en la Sierra Sur sevillana
Con toda probabilidad José Marín Valle es uno de los vecinos más habilidosos de la localidad de Algámitas . Un simple vistazo a las paredes y a los muebles de su casa -la mayoría fabricadas por sus manos- dejan una muestra patente de su capacidad para dar forma a todo un muestrario de objetos que hace muchos años formaban parte de la vida cotidiana de los pueblos y que en la actualidad han adquirido una función más ornamental con el declive de su uso en el campo.
Con 82 años ha sido testigo directo de los cambios que este pequeño pueblo de la Sierra Sur ha experimentado con el paso del tiempo, pero además ha sido partíicipe creando con paciencia y maña muchos de los elementos que se necesitaban para el desarrollo de la vida en la localidad en una época en la que el plástico no lo inundaba todo. « Me encantaba mirar como mi tío Juan pasaba las horas en su silla haciendo canastas con varetas de membrillo o de olivo», recuerda el algamiteño. Esas cestas serían luego utilizadas para cargar las frutas y las hortalizas que sus vecinos vendían en la plaza del pueblo.
De esta forma era sólo un niño cuando ya se esforzaba en crear sus propios juguetes con cañas que cogía en un arroyo junto al Peñón de Algámitas. Y, sin apenas darse cuenta, le comenzaron a llegar encargos de sus amigos para que creara utensilios y herramientas para trabajar el campo, escobas y recogedores para las casas, jaulas de madera para los pájaros, e incluso alpargatas y abanicos de esparto. Todas ellos hechos con una resistencia y un acabado a prueba del paso del tiempo. Dice que «entonces se hacían las cosas para que duraran y se valoraban de una forma diferente, ya que eran artículos necesarios».
La riqueza de la Sierra Sur en materiales de todo tipo para la elaboración de aperos de labranza tiene en José un claro ejemplo de la utilización de recursos locales. Desde el complejo proceso de recolección, humedecimiento y trabajo del esparto que recolecta en el río Corbones, pasando por todo tipo de varetas de árboles de la zona o incluso el cableado y el alambre sobrante. No podía faltar en su catálogo de artesanía la creación de las clásicas sillas andaluzas con asiento realizado con anea. Y aunque en la actualidad han adquirido un valor más decorativo traen al recuerdo una época en la que los vecinos del pueblo tenían que tirar de creatividad y pericia para surtirse de todo lo que necesitaban para desarrollar su día a día.
José proporcionó a sus vecinos yugos, jáquimas para los burros, calzados, multitud de trampas para cazar roedores en los cortijos, sillas y taburetes, baúles de mimbre o palas y recogedores de latón. Para conseguirlo también empleó su creatividad en la creación de sus propias herramientas hoy cuelgan junto con otras más modernas que fue adquiriendo con el paso del tiempo. «Uno mismo tenía que tirar de creatividad para conseguir todo lo necesario con el mínimo coste», asegura mientras muestra el taladro que realizó con el motor sobrante de una lavadora vieja.
Aunque José es una persona activa y siempre dispuesta a realizar una nueva creación, reconoce que con el paso de los años cada vez se siente más cansado y se lo toma con un poco más de calma. Sus últimas obras son pequeñas muebles realizados con un material más moderno para imitar tresillos, sillones y mesitas en miniatura. Pero como en muchos otros pueblos este tipo de artesanía corre el riesgo de desaparecer con los últimos que la realizan.
Reconoce que hace unos años un profesor de la escuela de adultos de Algámitas quedó impresionado por su trabajo y decidió organizar unos talleres para que el maestro compartiera sus conocimientos. « Fuimos incluso a Ronda para comprar distintos materiales y herramientas para la realización del curso», señala José. Desafortunadamente este arte requiere de un ingrediente indispensable, la paciencia. De esta forma muchos de los que se apuntaron a sus clases se desanimaron muy pronto. Puede que porque la pasión del artesano y la necesidad de los tiempos fueran también un factor clave para dar continuidad a estas labores. Un trabajo que nacía de los propios vecinos y que desempeñaba una función indispensable para cada municipio.