Hermanos en el estrecho
Actualizado: GuardarEn la sociedad moderna los estereotipos se caen con la misma facilidad con que se construyen altos muros para evitar que la humanidad se mezcle y se enriquezca como lo ha hecho a lo largo de la historia. Entonces las culturas se quiebran y el apartheid nos engulle a todos. Nos ocurre con los sudafricanos, con los indios, con los peruanos... pero también con los marroquíes, nuestros hermanos de pasado y presente con los que intentan que rompamos nuestro futuro. Pero Rashid, Samir y Jihad (le dieron en llamar guerra santa) demuestran lo contrario y en sólo tres días te sacuden con una hospitalidad que, sin esconder una gran necesidad, está basada en una humanidad que el progreso ha robado a las sociedades «modernas o avanzadas».
Y lo hacen soltando una amplia sonrisa, que pone en evidencia esa oscura y cáustica pobreza, para repetir hasta la saciedad que eres español y te adoran por nuestra hermandad y también por ese amor sorprendente al fútbol que dejan ver por doquier en camisetas y paredes. «Ahora toca el Barcelona, no el Madrid», aclara con rotundidad Rashid. Te abren las puertas de su casa tanto como la de cualquier otro vecino de la Medina porque se sienten honrados con tu visita y hasta se solidarizan por el conflicto independentista etarra que ellos mismos han sufrido en el Subsahara. Y eso pese a nuestra gran parte de responsabilidad. Y te hacen sentir mezquino e inhumano porque ellos te dan la mano y nosotros tememos la suya.