España sufre para soñar
La selección, al compás de Xabi Alonso y activada en la segunda parte gracias a la entrada de Cesc y Raúl, remonta ante Túnez y se clasifica para octavos de final
Actualizado: GuardarEspaña ya está en octavos de final y sigue dando de que hablar en el Mundial. Bien, se entiende. Ayer, en el Gottlieb-Daimler Stadion de Sttutgart, bajo una fina lluvia, la selección de Luis Aragonés superó una prueba dura ante Túnez, que se adelantó en el marcador y se fajó todo lo que pudo, con ahínco cartaginés, hasta que tuvo que rendirse a la evidencia de la superioridad de su rival; una superioridad que llegó en la segunda parte y desde el banquillo, con la aparición de Cesc, un futbolista formidable, el juvenil de esta selección joven y dinámica, sincera y sin resabios, que quiere tocar el cielo en Alemania.
A pesar de que el 3-1 pueda indicar lo contrario, la victoria obligó a España a exprimirse y picar mucha piedra. A la selección se le atragantó el partido a poco de comenzar y algo tuvo que ver en ello Roger Lemerre, que optó por la única táctica posible para detener a esta España del 'jogo bonito': colapsar el centro del campo, el epicentro creativo del equipo de Luis Aragonés, el lugar a partir del cual su juego de toque cobra sentido y sensibilidad. Los tunecinos se aplicaron a la tarea con la disciplina que se suponía. La presión, siempre bien coordinada, empezaba en su punta, Jaziri, proseguía con Chedli y Namouchi y continuaba hasta llegar a la línea defensiva con Nafti, Mnari y Bouazizi.
Era un embudo en toda regla que se hizo más compacto a raíz del gol de Mnari en el minuto 7, tras un error en cadena de la defensa española, especialmente de Puyol. Lo cierto es que el central del Barcelona tuvo ayer en Sttutgart el día tonto y anduvo demasiado tiempo al garete, sin la solvencia y el nervio que le hace fuerte, algo muy extraño. El caso es que, por delante en el marcador, las águilas de Cartago se sintieron en la gloria. Su plan era aceptable con 0-0 y excelente con ventaja. Así las cosas, a España le tocó apechugar con muchas incomodidades. El partido tenía algo de reválida para la selección, que ante Ucrania lo tuvo todo a su favor, pero había que repetir el alarde, no fuera a parecer una casualidad.
Xavi, tapado
La tropa de Luis Aragonés se puso a la tarea. Sin embargo, sus esfuerzos, más vehementes que lúcidos, no tuvieron recompensa durante la primera mitad. Ello se debió a varias razones. La primera es que Xavi Hernández apareció poco. Los tunecinos sabían donde le duele a España y ahogaron al barcelonista, que sólo encontró espacios muy lejos de la portería de Boumnijel. Mal asunto. Tampoco Senna se ofreció lo suficiente y Luis García anduvo pasado de revoluciones y no acabó de enganchar. De ahí que Aragonés prescindiera de ellos en el descanso en un cambio de naipes que resultó providencial. Todo quedó así en manos de Xabi Alonso, que soltó un partidazo y manejó muy bien el compás, pero no encontró la complicidad suficiente por parte de sus compañeros.
Lo cierto es que España dispuso ocasiones para empatar durante la primera parte y tuvo el gobierno del partido más allá de la preocupación que pudieran causarle Jaziri, Mnari y el lateral derecho Trabelsi, una fuerza de la naturaleza que provocó varios incendios por su costado con unas cabalgadas espectaculares. En una de ellas, de hecho, la única forma de pararlo fue la guadaña de Puyol. Sin embargo, los jugadores de Luis Aragonés no acabaron de acertar, unas veces por precipitación, otras por sacar mal la media docena de faltas al área de las que dispusieron y el resto por mala suerte. Así ocurrió en un gran disparo de Villa en el minuto 5 que hubiera dibujado otro partido y, sobre todo, en un remate de cabeza de Xabi Alonso, cumplido el minuto 44, que Ayari sacó con la cabeza desde la raya. Por lo visto, España había consumido todos los boletos de la suerte ante Ucrania.
Con 0-1 en el descanso, el sabio de Hortaleza no se lo pensó. Era cuestión de utilizar el plan B con Raúl, Cesc y, pasados diez minutos, Joaquín, que ocupó el lugar de un Villa más revoltoso que eficaz. Que las dificultades iban a ser máximas estaba claro, ya que Túnez, en una decisión temerosa que acabó siendo su tumba, reculó por completo y lo confió todo al sacrificio y a la potencia de sus centrales Haggui y Jaidi. Se trataba de abrir un abrelatas y con el minutero atosigando, una experiencia ingrata que examina la solvencia y los recursos de un equipo. Y en este caso concreto, también el fondo de su banquillo.
El momento de Cesc
Pues bien, de éste llegaron las soluciones del crucigrama. En concreto de Raúl y, sobre todo, de Cesc Fábregas, que con Arsene Wenger en la grada dio un recital y reivindicó un sitio en el once titular. El chaval del Arsenal lo tiene todo: dinamismo, toque, sentido de la pausa y verticalidad. Con él en el campo, España dio otro nivel y de sus botas nacieron los dos goles que sirvieron para remontar. El primero fue obra de Raúl, que puede estar contrariado y bajo de forma, pero que hasta con muletas sabrá estar donde tiene que estar dentro de las áreas de un campo de fútbol. Por ejemplo, en el lugar exacto en el que quedó el rechace de Boumnijel a un chutazo de Cesc y había que meter la puntera. Fue un gol providencial que abrió el camino a los otros dos, obra de Fernando Torres, que acaba los partidos como un tiro, el primero de ellos tras una asistencia ejemplar de Cesc y el último de penalti.