LUMINOSA. La luz solar se deja ver en la calle durante casi todo el día.
Jerez

El séptimo arte acabó con la estrella del comercio

Hasta finales de los años setenta se la denominó General Sánchez Mira, el militar que se apostó al lado de Prim

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Las Lealas, relatan los escritos sobre la historia de Jerez, eran unas niñas de muy buen ver, «de notable belleza y cristianas devociones», hijas de un señor apellidado Leal que vivía en esta corredera.

La calle de los cines, del Luz (en honor de los hermanos Lumiere) Lealas, y del Riba, trabajo arquitectónico de Fernando de la Cuadra, cuyo solar hoy ya ocupa un edificio de nuevos apartamentos a precios desorbitados.

Con este nombre se cita en el censo de 1572.

Para empezar el recorrido nos adentramos en la confitería La Victoria. Frutos secos, golosinas, caramelos a tutiplén y muchas palomitas de maíz, las que tanto adoraba mi ex señora.

La hermana gemela de la que habita en calle Ancha. Manuel Girón Vallejo nos atiende detrás del mostrador, de la pequeña tabla. «Llevo aquí preso desde hace treinta y tres años, y otros diez cuando comencé a trabajar con la familia. Desde los doce años».

Manolo es de los más viejos del lugar y tiene mucho que contar sobre la historia de las últimas décadas de esta calle.

«Para mí es la más bonita. No sólo trabajo, sino que también vivo un poco más arriba. Está un poco dejada y desde que nos quitaron los árboles esta calle es otra».

Antes de las últimas elecciones municipales la calle se estrechó y sufrió un cambio radical. «Nos quitaron los aparcamientos y adiós y muy buenas», recuerda Manuel. «Yo vivo en una casa donde habitaban once familias y ahora estoy yo solo. Hay otras viviendas nuevas, pero con pocos apartamentos y la vida que había en esta calle ha cambiado por completo. Está mejorando, pero poco a poco».

José María Malvido Gómez llevaba treinta años viviendo en la calle Lealas y hace dos meses que se trasladó a la próxima calle Escuelas. De todas formas, sigue frecuentando el local de frutos secos de Manolo y asegura que «ya no conozco a nadie por aquí». «Cerraron la casa en la que vivía para venderla y me he tenido que largar, pero ésta sigue siendo mi calle», asevera.

En los setenta e incluso en los ochenta, la calle Lealas tenía vida; «hoy está muerta y lo ha estado durante muchos años», asegura Manuel.

La imagen de esta corredera ha cambiado mucho en estos años. Que uno recuerde, estaba el Elliot (Pedro y el Dragón), una hamburguesería que cerró cuando el séptimo arte sucumbió ante el empuje de los centros comerciales del extrarradio. El Refugio, lugar en el que los cincuentones de hoy aprovechaban la oscuridad para cometer sus primeras fechorías eróticas.

El Botaina, esquina con Juan de Torres, en el cual se podían degustar los suculentos flamenquines cordobeses, con guarnición incluida (lechuga). !A veinte duros oiga!

Antonio López Cepero, el hombre de las máquinas de coser, es otro comerciante ilustre del lugar. Abrió su negocio en 1988 y hace unos cuantos que cambió de lugar, aunque sin dejar la calle. «Es una calle cada vez más comercial», comenta.

«Esta calle ha sufrido mucho durante diez o doce años y ha estado muy dejada, aunque con la nueva iluminación y los arreglos ha ganado bastante. Pagamos como una calle de primera, pero cuando llega la Navidad las luces las ponen desde Porvera para abajo».

Antonio López Cepero, hace memoria y no olvida el freidor El Gallego, la frutería esquina con calle Rendona o el ultramarinos que estaba ubicado donde hoy atiende a sus clientes.

El bar Jamón, el de El Gordo, futbolero hasta las cejas y futbolista que militó en el histórico Soberano CF.

Hoy día se puede apreciar el ascenso comercial de esta calle. Dos peluquerías, una agencia de viajes, boutiques, promotoras de viviendas, El Costurerito, la librería La Llave de Cristal, etc.

Manuel Ramos Nieto regentaesta librería. Se ha pasado media vida en el servicio médico de bodegas Domecq. «He estado veintitrés años, pero como no había ningún accidente me pasaba todo el día leyendo. Cuando llegaron los ingleses contrataron a una mutua y yo me tuve que ir, por eso decidí montar una librería. Para qué iba a montar una consulta».

Manuel, que lleva tres años al frente de su negocio y lo comparte con su propia casa, asegura que fue el momento oportuno de «hacer realidad el sueño de Kafka». Él -al checo me refiero-, y otros escritores, Cervantes, Shakespeare, Prust, etc, figuran en las cristaleras de la librería, así como las lámparas de las tres culturas (hebrea, cristiana y árabe). «En términos futbolísticos, podría decir que yo tiro el córner y yo lo remato. La gente va a Hipercor a comprar el libro de moda, pero siempre espero que alguien venga por aquí a buscar otras opciones literarias».

«Es una calle con más futuro que presente. Comercialmente interesante y que está mejorando», asevera Manuel Ramos.

La antigua bodega de los Sindicatos y el Museo de los Relojes, son hoy un complejo museístico que alberga los palacios del Tiempo y el Vino, una apuesta cultural que ha hecho posible que la calle Lealas tenga a diario un trasiego de personas extranjeras que se añade al ir y venir de todos los habitantes de la zona norte de la ciudad: La Plata, Los Naranjos, Icovesa, Las Torres...

Ha sido una calle en la que el olor a vino y vinagre del silo de Sánchez Romate nos invoca con nostalgia a épocas en las que Jerez era vinícola en su corazón histórico.

Junto a ella existía el Tabanco Valle, hoy restaurado para salón de bodas y otros eventos de cierta enjundia.

Antes del desvío hacia San Francisco Javier y al gitano barrio de Santiago se enaltece la casa de La Marquesa. En su fachada hay una plica que recuerda que Juan Manuel Sánchez y Gutiérrez, con no sé cuantos títulos nobiliarios, diplomáticos y políticos vivió allí.

Desde principios de los años noventa, Proyecto Hombre asume el liderazgo en la rehabilitación de adictos a las drogas. En la calle Lealas no cejan cada día en ese empeño. Madres, padres, familias enteras.

Los últimos en llegar, por decir algo, son los hermanos Salmerón. Nacho y Javier abrieron hace poco el Jerez Guitar Center. Nacho, músico vocacional y Javier, por la parte devocional, se criaron en nuestra ciudad aunque nacieron en Sevilla y Palma. «En lo comercial la gente responde bastante bien. La verdad es que nosotros nos hemos especializado en instrumentos modernos y eso nos permite tener una clientela más extensa. No abandonamos los clásico, pero tenemos otro tipo de preferencias musicales».

Allí mismo se puede probar los instrumentos que se adquieren, porque además sirve como aula de música y se dan clases de guitarra.

Pasaje de la Venencia (tras la Iglesia de Santa Ana hacia el interior de La Plata), Rendona, Juan de Torres, Atalaya, Cervantes, cortejan a esta corredera que vivió del séptimo arte durante muchos años y que con su muerte se llevó el comercio a mejor vida.

Durante años se llamó General Sánchez Mira, en recuerdo del militar que perteneció al arma de Artillería y quien en la revolución de 1868 se puso al lado del General Prim.

Así se llamó hasta finales de los año setenta. Cuando llegó la democracia volvió a su nombre originario.

En esta calle se encontraba la Escuela de Esgrima de Ataulfo Samper.