La cancionera más flamenca de la Historia
Actualizado: GuardarDesde mayo de 1962, actuando en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera, con motivo del Concurso de Arte Flamenco, en el que ganó el premio de fandangos de Huelva, el sendero seguido por Rocío Jurado fue yendo hacia arriba, imparablemente, hasta convertirse en la máxima estrella de la canción española. Y quien suscribe tiene el honor de haberle dado paso al escenario. Rocío Mohedano Jurado nació el 8 de septiembre de 1946, en el número 11 de la calle Calvo Sotelo de Chipiona, en una familia muy sentidora del cante. Su padre, Fernando, zapatero artesano, cantaba, aunque no profesionalmente, lo mismo que Rosario, su madre. Y desde niña quiso Rocío ser artista. Su primera canción, Nos conocimos de niños, la «dijo» en una fiesta de su colegio de la Divina Pastora.
En 1958 falleció su padre y viajó a Sevilla a casa de su tía, tomando parte en un concurso de Radio Nacional en el que obtuvo el primer premio con la canción Mañana sale, popularizada por Concha Piquer. Y continuando en Sevilla, asistió a las clases de la maestra Adelita Domingo y ganó también un concurso de saetas. En aquel tiempo, Rocío Jurado estaba centrando sus actuaciones en el campo de los estilos flamencos, por lo que su triunfo en Jerez, antes citado, supuso que su nombre apareciera en los periódicos nacionales. Un triunfo que le valdría ser contratada por Pastora Imperio y Gitanillo de Triana para actuar en el madrileño tablao El Duende, importantísimo en aquellos años en el panorama flamenco de Madrid. Y, seguidamente, Manolo Caracol, en 1964, la presentó como figura de su tablao Los Canasteros.
Una vez avecindada en Madrid, Rocío Jurado conoció al maestro Solano, que le escribió sus primeras canciones y entró a formar parte de los elencos del Príncipe Gitano, primero, y de Manolo Escobar, después, con quien ya había filmado la película Los guerrilleros. La crítica comenzó a señalarla como una cancionista en ciernes, destacando sus cualidades, mientras los públicos apreciaban sus actuaciones con cerrados aplausos. Las giras las alternaba con nuevas películas: En Andalucía nació el amor, con Manuel Benítez El Cordobés, y Proceso a una estrella, junto al bailaor José Toledano. Su popularidad alcanzaba una cota importante y Radio Nacional le otorgó, en 1966, el título de Andaluza más popular del año. Al siguiente, la revista Ama la nombra Lady España, como representación de la mujer española. Igualmente la premia Radio Juventud, y su canción Tengo miedo se situaría durante tres meses en primer lugar del hit-parade de la Cadena Azul. Y es que a los pocos años había logrado un lugar de privilegio y es contratada para actuar en Pasodoble, original de Quintero León y Quiroga, junto a Rosita Ferrer, en Teatro de la Zarzuela, el 28 de septiembre de 1967.
Al llegar 1968, Rocío Jurado configura su primer espectáculo propio, titulado Rosa y aire, partiendo del Teatro San Fernando de Sevilla y recorriendo diversas provincias. Seguidamente se produce su debut internacional y en la ciudad de Cortina D'Ampezzo (Italia) es elegida Lady Europa. En 1968, se presenta en el Madison Square Garden de Nueva York, escenario a donde volvió siempre en loor de multitudes y participa en varias películas de la televisión argentina. Y recordar, quizás, por significativa, una estrofa de su canción más personificada de aquellos meses: «Yo soy luz de la mañana. Tú eres la piedra de un río./ Yo no sé como te llamas./ A mí me llaman Rocío». Y otra estrofa de una canción singularísima de Rocío Jurado: «Contigo de madrugada, / enamorada y alerta.../Contigo de amo despierta,/ desnuda y apasionada./ Contigo sin decir nada,/ callada como una muerta...».
También en TVE, en 1970, interpretó la comedia musical Lola La Piconera, basada en la obra de José María Pemán, y crea con Celia Gámez y la bailaora Rosario el espectáculo Fiesta. En el cine participa en Una chica decente. Después, en el Teatro Lara, interpreta Cancionera, de los Álvarez Quintero, con gran éxito. El trabajo de Rocío Jurado mereció el siguiente comentario firmado por Santiago Castelo en ABC: «Con esta obra, Rocío Jurado ha llegado al monte de su solidificación como actriz. Rocío se ha trocado, no sabemos por qué extrañas artes, en la verdadera cancionera quinteriana. Una cancionera que ríe y llora, que canta y que suspira, una hembra que sabe encenderse como las fogatas sanjuaneras y apagarse entre lágrimas como cualquier Virgen de los Dolores de cualquier pueblo de España».
A partir de tamaños triunfos, la proyección artística de Rocío Jurado ha sido verdaderamente brillante, no solamente en los teatros, sino igualmente en lo concerniente a su discografía, uniendo a los temas más populares de Quintero, León y Quiroga o de Solano, entre otros consagrados autores, canciones de Manuel Alejandro, que empieza a cantar en la película La Querida. Con la canción Señora, del compositor jerezano, alcanza una difusión máxima en el género, creando el «lied español».
Mas no por ello, Rocío olvida sus orígenes flamencos y, tras ser elegida Reina del Carnaval de Miami, en la II Quincena de Flamenco y Música Andaluza, celebrada en 1980, en el Teatro Lope de Vega sevillano, ofreció un recital de cante por fandangos, cantiñas, tangos y otros estilos, siendo premiada con cerradas ovaciones de los cabales. Sus cantes están recogidos en los discos Por derecho y Ven y sígueme.
Su fama y valoración internacional es ya de una entidad superior, y la Asociación de Críticos de Espectáculos neoyorquina le otorgó su premio en 1989. En los 90, Rocío Jurado aumentaría su discografía con temas de Armenteros, Algueró, Paco Cepero, Campuzano, Tejero, Jesús Gluck, Juan Pardo, Perales, y, muy especialmente, de Manuel Alejandro, entre ellos Paloma brava, Se nos rompió el amor o Sevilla. Y sus actuaciones en los más importantes auditorios se convierten en auténticos eventos artísticos en España y en América. El poeta Rafael Alberti, sugestionado por su gran voz, le escribió: «Quédate en el sueño/ para siempre y no te vayas,/ Rocío del Mar de Cádiz,/ faro que nunca se apaga». Efectivamente, su voz se quedará siempre con nosotros hasta la consumación de los siglos.
Todo ello en razón a su exigencia íntima, con fondo de amor verdadero y severo, que templan, según García Lorca, el alma del artista. En Rocío Jurado queda patente la creencia del poeta. Y otro andaluz, Ángel Ganivet, dejó dicho que la síntesis espiritual de un país es su arte más autóctono. Un arte, el de España, en lo referente a su música más característica, que ha tenido en Rocío Jurado su más espléndida manifestación. Escuchándola cantar se asistía a una mágica revelación.
Rocío Jurado ha unido a sus asombrosas cualidades interpretativas, verdaderamente inconmensurables, una capacidad de trabajo extraordinaria, como demostró en su última gala en TVE, dada su gran vocación y su admirable forma de asumir las exigencias del arte, que le daban derecho a ser considerada la intérprete más grande de la canción española. Hay que mencionar también sus cantes, acompañada a la guitarra por Enrique de Melchor, porque los sentía y los «decía» con auténtica pasión y conocimiento del compás. Ella, en su fuero interno, lo que profundamente se sentía era cantaora. Y lo era, legítima, de nativitate, como decimos allá abajo.