Editorial

Realidad inflacionaria

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El mismo día que el presidente del Gobierno ha abierto el debate sobre el Estado de la Nación con un discurso en el Parlamento en el que se recalcaban especialmente los sobrentendidos logros económicos de su mandato, el Instituto Nacional de Estadística hizo público el avance del Índice de Precios al Consumo. Y las noticias no son precisamente brillantes. Con un 4,1 % de inflación interanual, este mes de mayo se ha situado como el más inflacionista de los últimos cinco años. La economía española, que ha tenido un buen primer trimestre en aspectos como el empleo o las tasas de crecimiento, sigue tropezando mes tras mes con el escollo de una inflación sin control que, a fecha de hoy, ya rebasa ampliamente todas las previsiones del Ejecutivo. La subida de los precios al consumo no es simplemente un dato, se trata de un auténtico peligro al que los miembros del Gabinete socialista parecen no querer prestarle la atención que merece. El simple hecho de que, más allá de los precios energéticos, la inflación subyacente, que es la realmente determinante para nuestro comercio exterior, empiece a perder el control debería hacer saltar todas las alarmas de cualquier Gobierno. La inflación disminuye los salarios reales, perjudica a los ahorradores, inyecta incertidumbre en todo el sistema económico y desvirtúa las expectativas empresariales; curiosamente, al único al que beneficia es al Gobierno, que con precios crecientes aumenta su presión fiscal mientras mira para otro lado.

Son además las economías abiertas, como la nuestra, las que se encuentran en una situación más vulnerable frente al peligro inflacionario en virtud del alto número de empresas y sectores expuestos a la competencia internacional -dentro o fuera de España-, y en los que, por lo tanto, el riesgo de pérdida de beneficios y empleo como consecuencia del incremento de precios relativos se convierte en un problema de primer orden. Es cierto que las expectativas de crecimiento de precios durante el próximo año y medio en la Zona Euro tienen un perfil muy parecido al español, pero con una diferencia tan decisiva como que el IPC de la Eurozona se mueve entre uno y dos puntos por debajo del español. En este contexto, no es fácil entender el elevado crédito de crecer mejor que el presidente Zapatero se atribuye con tanta generosidad.